Imaginemos que estamos en mitad de un museo. Observando la Mona Lisa, el David o cualquiera de las obras clásicas de la historia del arte. Cualquiera de esas obras que todo el mundo conoce, reconoce y respeta. Esas obras que forman parte del imaginario popular, que son un mito en sí mismas. Ahora bien. Imaginemos que tenemos la posibilidad de retocar esas obras. De hacer añadidos que para bien o para mal modificarían y ampliarían esas obras para siempre, cambiando el mito. ¿Y si le pusieramos al David un sombrero y un látigo?
Al igual que ocurrió con Star Wars, saga que tuvo su continuación 16 años después, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal llega casi dos décadas más tarde que su predecesora, Indiana Jones y la Última Cruzada. Siempre es peligroso ampliar sagas tan populares, que son poco menos que un mito para millones de espectadores a lo largo y ancho del globo. Con tanto tiempo para interiorizarlas y adorarlas, estas sagas maceran como un buen vino en la mente del espectador, que las amolda a su gusto. ¿Qué pasa cuando se hace una continuación?
El ojo crítico del espectador se agudiza hasta extremos insospechados. La suspicacia con que se enfrenta el film se ve multiplicada por la osadía de continuar aquello que se conoce tan bien. De forma casi inconsciente, el espectador se torna cínico ante todo lo que tenga que ver con la nueva película.
Ante toda esta presión previa, el cineasta, en este caso Spielberg y su productor, George Lucas, debe tratar con enorme respeto el material ya realizado. Mantener el tono, hacer guiños, autoparodiarse, expandir la historia, explorar nuevos campos sin traicionar la esencia absoluta del doctor Jones. ¿Qué se ha conseguido con el Reino de la Calavera de Cristal? La nueva entrega de Indy es una evolución. Como el propio Spielberg dijo, si las primeras eran un guiño al cine de aventuras de los años 30, la nueva se fija en el cine predominante en los años 50, la serie B de ciencia-ficción.
Fechada en 1957, nos reencontramos al profesor Jones en plena guerra fría. Secuestrado por los rusos en un desierto de Nevada, los primeros diez minutos de acción tienen lugar en el misterioso almacén que vemos al final de En Busca del Arca Perdida, donde escondieron el objeto sagrado para siempre jamás. Este es uno de los múltiples guiños hacia la trilogía original que llena la nueva entrega.
Es curiosa la dicotomía que existe en el argumento. Porque a la vez encaja y no encaja con las Indiana Jones originales. Si recordamos, el elemento fantástico ha estado presente en todas las películas de Indy sin excepción: desde el arca capaz de matar a los nazis con el fuego sagrado; al sacerdote Mola Ram, capaz de arrancar un corazón con sus manos y que el "operado" siga vivo; pasando por el cáliz que contuvo la sangre de Cristo y que es capaz de dar la vida eterna y curar una herida de bala con el agua que contiene. Si bien estos elementos sobrenaturales son iconos religiosos y aparecen siempre hacia el final de la película, puede que resulte chocante encontrar una nueva forma de deidad religiosa "alternativa": los seres extraterrestres. La historia nos lleva a los misteriosos geoglifos de Nazca, en Perú; a algo parecido a la polémica calavera de Mitchell-Hedges y la mítica ciudad de El Dorado. Toda la base "real" de esta película es tan resbaladiza que deberían haberse planteado una forma de presentar toda la mitología de la historia de forma más ambigua para que el espectador decida lo que podría ser o no real.
Una vez seamos capaces de aceptar este giro en el argumento, Spielberg nos ofrece lo que siempre había sido Indiana Jones: entretenimiento puro, persecuciones imposibles, humor...una película de domingo por la tarde. Buscar en Indiana Jones algo más profundo sería traicionar la esencia de lo que es, de lo que siempre ha sido.
Y entrener, esta película consigue hacerlo. Excepcional escena de persecución en coche a través de la selva, con lucha de esgrima y una marabunta de hormigas asesinas detrás, todo para terminar en una enorme cascada. Adrenalina pura, movimiento, cine en mayúsculas. También destacable la persecución en moto por la ciudad, cargada de momentos cómicos y un final apoteósico en una biblioteca.
La nueva mala malísima, interpretada por una genial Cate Blanchett, cuya mirada magnética sustenta el personaje, es la comandante de los antagonistas de postín de turno: ahora, son los rusos. (Recordemos, ya no estamos en los años 30 y los tiempos han cambiado). Jamás en Indiana Jones una figura antagonista había tenido tanto peso. Por ejemplo, en la Última Cruzada, esa figura estaba dividida en: la parte física (el general alemán), la parte científica e intelectual (la traidora Elsa) y la parte egoista de enriquecimiento personal (el también traidor Donovan). Aquí, todas esas figuras convergen en el personaje de Irina Spalko de forma muy efectiva.
También acompañan a Indy el primer amor del que supimos, la verborreica Marion Ravenwood, y su hijo, el adolescente pseudo-James Dean, Mutt. La relación paternal que Indy establece con Mutt está poco explotada por culpa de un guión que cumple su cometido pero no destaca en ningún momento. David Koepp, su responsable, parece saturado por el mito de Indiana Jones y es incapaz de hacer evolucionar al personaje más allá de explotar el hecho de que está un poco mayor para las aventuras en las que se mete casi sin querer. Además, el personaje de Mac, peca de esquemático y poco profundo, cuya motivación es sólo el dinero. Para ser amigos de toda la vida, no hay química entre ellos como pareja de aventuras. Y por último, la inclusión del personaje de John Hurt es totalmente innecesaria e inútil.
Por desgracia escenas como la explosión atómica con la nevera y la inclusión del momento tarzanil desmerecen el conjunto de la película. Otros fallos, como la facilidad con la que se libran de los "malos lugareños" (esos que sólo aparecen en un lugar concreto de la película, como la tumba de Nazca o la entrada al reino de la calavera de cristal) ayudan a diluir la sensación de peligro.
Sorprendentemente, otro de los puntos flacos de la película es la música de John Williams. Un compositor infalible, la persona viva más nominada, que a veces incluso ha competido contra sí mismo en los óscar por estar doblemente nominado...ha fallado. No hay ni una sola melodía nueva con la fuerza suficiente para ser recordada. Los momentos de más carga emocional de la película son rescatados por melodías de las anteriores entregas, como el tema de Marion, el tema del arca, e incluso el tema del Santo Grial. Son los únicos momentos en los que la banda sonora brilla, rellenando los huecos entre estos leit-motivs con música de acción nada inspirada y que recuerda en exceso a la música de las dos últimas entregas de Star Wars.
Si eres capaz de perdonar el casi increíble argumento, disfrutarás mucho con esta nueva entrega. Se le achaca la falta de un guión más mordaz y unos personajes más definidos, pero la impecable dirección de Spielberg nos ofrece una pop-corn movie en toda regla con momentos cómicos y acción a raudales. Y después de todo, sigue siendo Indiana Jones. Por eso, se le perdona todo. Se queda con un: 7'5
Al igual que ocurrió con Star Wars, saga que tuvo su continuación 16 años después, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal llega casi dos décadas más tarde que su predecesora, Indiana Jones y la Última Cruzada. Siempre es peligroso ampliar sagas tan populares, que son poco menos que un mito para millones de espectadores a lo largo y ancho del globo. Con tanto tiempo para interiorizarlas y adorarlas, estas sagas maceran como un buen vino en la mente del espectador, que las amolda a su gusto. ¿Qué pasa cuando se hace una continuación?
El ojo crítico del espectador se agudiza hasta extremos insospechados. La suspicacia con que se enfrenta el film se ve multiplicada por la osadía de continuar aquello que se conoce tan bien. De forma casi inconsciente, el espectador se torna cínico ante todo lo que tenga que ver con la nueva película.
Ante toda esta presión previa, el cineasta, en este caso Spielberg y su productor, George Lucas, debe tratar con enorme respeto el material ya realizado. Mantener el tono, hacer guiños, autoparodiarse, expandir la historia, explorar nuevos campos sin traicionar la esencia absoluta del doctor Jones. ¿Qué se ha conseguido con el Reino de la Calavera de Cristal? La nueva entrega de Indy es una evolución. Como el propio Spielberg dijo, si las primeras eran un guiño al cine de aventuras de los años 30, la nueva se fija en el cine predominante en los años 50, la serie B de ciencia-ficción.
Fechada en 1957, nos reencontramos al profesor Jones en plena guerra fría. Secuestrado por los rusos en un desierto de Nevada, los primeros diez minutos de acción tienen lugar en el misterioso almacén que vemos al final de En Busca del Arca Perdida, donde escondieron el objeto sagrado para siempre jamás. Este es uno de los múltiples guiños hacia la trilogía original que llena la nueva entrega.
Es curiosa la dicotomía que existe en el argumento. Porque a la vez encaja y no encaja con las Indiana Jones originales. Si recordamos, el elemento fantástico ha estado presente en todas las películas de Indy sin excepción: desde el arca capaz de matar a los nazis con el fuego sagrado; al sacerdote Mola Ram, capaz de arrancar un corazón con sus manos y que el "operado" siga vivo; pasando por el cáliz que contuvo la sangre de Cristo y que es capaz de dar la vida eterna y curar una herida de bala con el agua que contiene. Si bien estos elementos sobrenaturales son iconos religiosos y aparecen siempre hacia el final de la película, puede que resulte chocante encontrar una nueva forma de deidad religiosa "alternativa": los seres extraterrestres. La historia nos lleva a los misteriosos geoglifos de Nazca, en Perú; a algo parecido a la polémica calavera de Mitchell-Hedges y la mítica ciudad de El Dorado. Toda la base "real" de esta película es tan resbaladiza que deberían haberse planteado una forma de presentar toda la mitología de la historia de forma más ambigua para que el espectador decida lo que podría ser o no real.
Una vez seamos capaces de aceptar este giro en el argumento, Spielberg nos ofrece lo que siempre había sido Indiana Jones: entretenimiento puro, persecuciones imposibles, humor...una película de domingo por la tarde. Buscar en Indiana Jones algo más profundo sería traicionar la esencia de lo que es, de lo que siempre ha sido.
Y entrener, esta película consigue hacerlo. Excepcional escena de persecución en coche a través de la selva, con lucha de esgrima y una marabunta de hormigas asesinas detrás, todo para terminar en una enorme cascada. Adrenalina pura, movimiento, cine en mayúsculas. También destacable la persecución en moto por la ciudad, cargada de momentos cómicos y un final apoteósico en una biblioteca.
La nueva mala malísima, interpretada por una genial Cate Blanchett, cuya mirada magnética sustenta el personaje, es la comandante de los antagonistas de postín de turno: ahora, son los rusos. (Recordemos, ya no estamos en los años 30 y los tiempos han cambiado). Jamás en Indiana Jones una figura antagonista había tenido tanto peso. Por ejemplo, en la Última Cruzada, esa figura estaba dividida en: la parte física (el general alemán), la parte científica e intelectual (la traidora Elsa) y la parte egoista de enriquecimiento personal (el también traidor Donovan). Aquí, todas esas figuras convergen en el personaje de Irina Spalko de forma muy efectiva.
También acompañan a Indy el primer amor del que supimos, la verborreica Marion Ravenwood, y su hijo, el adolescente pseudo-James Dean, Mutt. La relación paternal que Indy establece con Mutt está poco explotada por culpa de un guión que cumple su cometido pero no destaca en ningún momento. David Koepp, su responsable, parece saturado por el mito de Indiana Jones y es incapaz de hacer evolucionar al personaje más allá de explotar el hecho de que está un poco mayor para las aventuras en las que se mete casi sin querer. Además, el personaje de Mac, peca de esquemático y poco profundo, cuya motivación es sólo el dinero. Para ser amigos de toda la vida, no hay química entre ellos como pareja de aventuras. Y por último, la inclusión del personaje de John Hurt es totalmente innecesaria e inútil.
Por desgracia escenas como la explosión atómica con la nevera y la inclusión del momento tarzanil desmerecen el conjunto de la película. Otros fallos, como la facilidad con la que se libran de los "malos lugareños" (esos que sólo aparecen en un lugar concreto de la película, como la tumba de Nazca o la entrada al reino de la calavera de cristal) ayudan a diluir la sensación de peligro.
Sorprendentemente, otro de los puntos flacos de la película es la música de John Williams. Un compositor infalible, la persona viva más nominada, que a veces incluso ha competido contra sí mismo en los óscar por estar doblemente nominado...ha fallado. No hay ni una sola melodía nueva con la fuerza suficiente para ser recordada. Los momentos de más carga emocional de la película son rescatados por melodías de las anteriores entregas, como el tema de Marion, el tema del arca, e incluso el tema del Santo Grial. Son los únicos momentos en los que la banda sonora brilla, rellenando los huecos entre estos leit-motivs con música de acción nada inspirada y que recuerda en exceso a la música de las dos últimas entregas de Star Wars.
Si eres capaz de perdonar el casi increíble argumento, disfrutarás mucho con esta nueva entrega. Se le achaca la falta de un guión más mordaz y unos personajes más definidos, pero la impecable dirección de Spielberg nos ofrece una pop-corn movie en toda regla con momentos cómicos y acción a raudales. Y después de todo, sigue siendo Indiana Jones. Por eso, se le perdona todo. Se queda con un: 7'5