13 de julio de 2008

Funny Games

Él está tirado en el suelo junto al sofá, gimiendo de dolor. Tiene la pierna rota y ensangrentada. El escenario, el salón de su propia casa. Ella está en ropa interior. Su cara amoratada e hinchada, un mero reflejo de lo que alguna vez fue. Tiene las manos y los pies retenidos por cinta de embalar, esa que según la publicidad aguanta los tirones y la humedad sin perder su capacidad. Ella está cerca de la televisión, que en ese momento emite una carrera de coches en la que Juan Pablo Montoya va segundo. El sonido de los motores y algún sollozo ocasional es lo único que puebla la habitación. Ella intenta levantarse, sin conseguirlo. El cansancio, el llanto y por qué no, la desesperación, hacen mella en su cuerpo. Se arrastra hacia la tele, con gran esfuerzo logra alcanzar el botón para pararla. Los psicópatas se han ido, la carrera se ha vuelto negra. Ahora, el silencio. Intenta sin éxito romper el precinto de sus manos con una de las esquinas de la mesa de la televisión. Nuevo intento infructuoso por levantarse. A la tercera, gracias al sillón y una mesilla auxiliar, logra incorporarse para coger un cuchillo de la cocina. Las piernas del marido siguen inmoviles tras el mobiliario que nos tapa su visión. Ella regresa ya con libertad de movimientos, le ayuda a incorporarse mientras sollozan. Ninguno de los dos mira el cadáver que duerme eternamente al lado de la tele, ni el estucado de sangre que ha aparecido sobre ésta.



Este párrafo no es más que la transcripción de un soporífero plano secuencia de Funny Games, película remake de un homónimo título de 1997 y dirigida por Michael Haneke. Después de ver la película, la sensación imperante es que no es más que una tremenda tomadura de pelo. Una familia acomodada que va a pasar unas vacaciones a su segunda residencia en un idílico lago se ve acosada de repente por dos individuos que se cuelan en su casa para jugar a macabros juegos dementes.

¿Qué es Funny Games? Una película lenta, aburrida, con mucha atención en el detalle, con un guión pobre por mundano y un desarrollo de A a B en un mismo escenario y con una misma situación. Quizás no es más que una provocadora alegoría de la vida acomodada de un país acomodado con una tremenda doble moral. Siempre me ha parecido curioso que en series como CSI nos muestren como una bala penetra el pecho, rasga una costilla y perfora un pulmón, que empieza a expulsar sangre a borbotones. En cambio, a la hora de las autopsias, la sábana siempre tapa puritanamente el vello púbico y cualquier zona amoral de la anatomía humana.

Funny Games busca provocar reacciones en el espectador, hacer que despierten del aletargado y pasivo rol de espectadorsentadomirandounapelícula. Como un torrente, los dos jóvenes, casi arios, rubios, ojos azules, vestidos de impecable blanco y con una tremenda responsabilidad de las normas de convivencia y de educación penetran en unas vidas mundanas. Aspecto impoluto, educación impoluta, sadismo impoluto. Doble moral, bueno, malo. Todo se mezcla en un torrente de emociones encontradas que descolocan completamente.

Te encuentras riendo ante las desgracias de la familia víctima del juego, una risa hilarante, y te preguntas si estás haciendo lo correcto riendote ante una desgracia representada de forma tan realista. En un momento dado, uno de los dos jóvenes, una encarnación de Beavis & Butt-Head, mira directamente a la cámara e interpela al espectador: ¿Estáis de su parte verdad?

Os aseguro que después de una hora, las afinidades del espectador cambian completamente y se anhela que esos psicópatas surgidos de la nada, regresen y rematen su trabajo. Funny Games es una historia de polaridades extremas. Verborreicos y curiosos personajes enfrente de una tradicional (y aburrida) familia. De la música más nu-metal insertada en un fragmento de música clásica. De odios y amores, de una indecisión por reir o llorar. Sinceramente, no sé si la película me ha gustado o no. Aburrida en el momento pero divertida de rememorar. Quizás ahí es donde quería tenernos Haneke en este cinematográfico chiste malo.

Funny Games, por primera vez en la historia pasada, presente y futura de este blog, se queda sin nota.

9 de julio de 2008

Casino Royale

James Bond es un personaje sobreexplotado a lo largo de 21 películas, sin contar Quantum of Solace, la vigesimosegunda entrega que se estrenará en otoño. ¿Qué se puede decir de él? Es una saga con tremendos altibajos, con actores para todos los gustos, con escenas de acción, y con típicos tópicos que se han convertido en iconos del cine, como la pistola con silenciador, el logo de 007, la propia música...



El súmmum de los remakes, la nueva moda en el siempre conservador modelo de negocio de la indústria cinematográfica norteamericana es la reinvención, el empezar de cero con un mismo personaje sin ser exactamente un calco de la primera película. Esto ha ocurrido en sagas como Batman. Después de dos films de autor más o menos interesantes firmados por Tim Burton, la saga empezó a caer en picado con unos nada creíbles Val Kilmer y George Clooney, embutidos en un traje de murciélago cada vez más dado a pasearse por la acera de enfrente. Para atajar esto llegó Christopher Nolan, y reinventó el personaje dándole un nuevo comienzo, una nueva forma de ser, y un tono más humano al alter ego humano del murciélago. También ha pasado recientemente con Hulk, donde se ha obviado la completa decepción general que provocó la visión (o más bien pesadilla) propuesta por Ang Lee.

Casino Royale nos re-presenta el comienzo de Bond en su primera misión como agente secreto doble cero. Martin Campbell aprovecha la oportunidad de pincelar el personaje sin estar atado a todo lo que se ha visto en las veinte entregas anteriores. Esto permite perfilar un héroe más acorde con los tiempos que corren, y alineado con las nuevas figuras de acción en celuloide. El Bond interpretado por Daniel Craig es más físico que nunca, muy al estilo de Jason Bourne. Se ha intentado prescindir de todo aquello que había sido característico hasta entonces en esta historia interminable. Los complicados gadgets, el coche fantástico, el eterno flirteo con Monney Penney son recursos inexistentes en Casino Royale, mientras que el famoso tema musical y la frase de "me llamo Bond, James Bond" están desterrados a los cinco segundos finales de la película.

Esto nos deja campo para desarrollar a un agente secreto más humano, con sus fallos e inseguridades, capaz de enamorarse incluso. Es un personaje más maduro y mucho más verosímil, que sangra y siente dolor cuando se le hiere. Si jamás has visto una película de 007, o las has visto y nunca te han gustado, te recomiendo que le des una oportunidad a este Casino Royale.

En este entrega Bond debe descubrir cómo se financia una organización terrorista que tiene tratos con un banquero de dinero negro, un tal Le Chiffre (el que tiene un ojo a la virulé). Esta excusa, pues los argumentos en las películas de Bond casi siempre han sido una mera excusa macguffiniana, nos conduce a una película decente, muy entretenida y con un tono rebajado de fantasmadas, problema del que adolecía la saga cada vez más.

Es de agradecer que hayan logrado hacer interesante la primera persecución a pie mediante la inclusión de un traceur o yamakasi, esos "gimnastas urbanos" que saltan y pululan por el mobiliario urbano en un intento por encontrar una casi artística forma de desplazarse. Todas las demás escenas de acción de la película, que están perfectamente repartidas en el metraje, lucen bien por una coreografía de lucha cuidada.

El guión es bastante sólido y ocurrente en ocasiones, especialmente en el pulso verbal entre Bond y Vesper Lynd, la representante del Tesoro que le deja a Bond 10 millones para que pueda jugar la partida de póker que vertebra el título de la película y toda la parte central del metraje. Como no podría ser de otra forma, las películas de Bond siguen con su vocación de catálogo de agencia de viajes y veremos parajes como Bahamas, Miami, Montenegro...

Casino Royale es un excelente título de acción en las que todas las piezas del engranaje giran al unísono, creando un entretenimiento más que decente. Si no eres iniciado en el mundo Bond la recomiendo encarecidamente. Y aunque sólo sea por ver esa estrella que cada vez brilla más, Eva Green, merece la pena. Casino Royale es un: 8