7 de enero de 2010

Avatar



















James Cameron es un director de esos que por suerte hace lo que quiere. En su currículum, podríamos destacar la poco frecuente habilidad de hacer secuelas que superan a la original (lo siento, Aliens me parece una película mucho más redonda que Alien), y se superó a sí mismo con Terminator 2. La película más taquillera de la historia, Titanic, con sus impresionantes 1800 millones de dólares es su criatura. Y ahora, 12 años después, nos llega Avatar, película llamada a ser una nueva revolución en el cine. ¿Cumple? Acompañadme por favor.



Para hablar de Avatar tenemos que hacer un poco de retrospector (o en la era post chanante, Mundo Viejuno) del mundillo de las tres dimensiones. No es algo nuevo, pues las gafas cutremente photoshopeadas del señor Cameron de la foto son más viejas que el propio cine. El sistema de dos colores, llamado Anaglifo, se inventó en el 1891. Consiste en tomar una imagen con dos cámaras separadas por unos 3 o 5 centímetros. De una imagen se elimina el rojo y de la otra el verde y el azul. Al proyectar las dos imagenes a la vez, la separación por colores de las gafas hacen que el cerebro cree una imagen falsamente tridimensional en base a la fusión de esas dos fotografías que cada ojo (debido al filtro de color) interpreta de forma diferente. Durante los años 50 las películas 3D con este sistema fueron bastante populares, se llegaron a hacer la friolera de 40. ¿Por qué cayó en desuso? Quien haya tenido la colección de Dinosaurios lo sabrá: las imágenes son poco nítidas, los colores muy falseados y para colmo, provoca mareos en un amplio porcentaje de espectadores.

El nuevo 3D también utiliza un sistema de dos cámaras. Esta vez, en lugar de proyectar las dos imágenes juntas, se intercalan fotogramas de una y otra cámara que sólo decodifica uno de los dos ojos cada vez. Es decir, un fotograma lo decodifica sólo uno de los ojos y el siguiente fotograma lo decodifica el otro, mediante el uso de las gafas polarizadas. Y gracias a nuestro defecto físico que permite la persistencia retineana, tenemos el efecto logrado. El IMAX emplea uno de estos sistemas (hay 4 variantes de este principio, con diferentes tipos de proyectores y gafas). En España ya hay unas 30 salas preparadas para proyectar en 3D. Es un resumen esquemático y a todas luces insuficiente del mundo de las tres dimensiones, pero necesitaba explicar por qué Avatar es una revolución. Acompañadme a la butaca.


La verdad es que en el mundo del cine se nota cuando hay dinero. Avatar es la película más cara de la historia del cine, con unos titánicos (ja, ja) 500 millones de dólares de presupuesto. El encarecimiento de las 3D es evidente, pero es que los efectos especiales de Avatar, aun en dos dimensiones, son de otro mundo. Ya está. Hemos llegado a un punto en que todo lo que imagine el director y cada palabra del guión pueden ser trasladados de forma impecablemente fotorealista a la pantalla. El sueño iniciado por Méliès, continuado por todos aquellos que aportaron algo a los efectos especiales del séptimo arte (Harryhausen, Lucas, Wachowsky y un largo etcétera) se ha cumplido al fin. Ver para creer.