7 de enero de 2010

Avatar



















James Cameron es un director de esos que por suerte hace lo que quiere. En su currículum, podríamos destacar la poco frecuente habilidad de hacer secuelas que superan a la original (lo siento, Aliens me parece una película mucho más redonda que Alien), y se superó a sí mismo con Terminator 2. La película más taquillera de la historia, Titanic, con sus impresionantes 1800 millones de dólares es su criatura. Y ahora, 12 años después, nos llega Avatar, película llamada a ser una nueva revolución en el cine. ¿Cumple? Acompañadme por favor.



Para hablar de Avatar tenemos que hacer un poco de retrospector (o en la era post chanante, Mundo Viejuno) del mundillo de las tres dimensiones. No es algo nuevo, pues las gafas cutremente photoshopeadas del señor Cameron de la foto son más viejas que el propio cine. El sistema de dos colores, llamado Anaglifo, se inventó en el 1891. Consiste en tomar una imagen con dos cámaras separadas por unos 3 o 5 centímetros. De una imagen se elimina el rojo y de la otra el verde y el azul. Al proyectar las dos imagenes a la vez, la separación por colores de las gafas hacen que el cerebro cree una imagen falsamente tridimensional en base a la fusión de esas dos fotografías que cada ojo (debido al filtro de color) interpreta de forma diferente. Durante los años 50 las películas 3D con este sistema fueron bastante populares, se llegaron a hacer la friolera de 40. ¿Por qué cayó en desuso? Quien haya tenido la colección de Dinosaurios lo sabrá: las imágenes son poco nítidas, los colores muy falseados y para colmo, provoca mareos en un amplio porcentaje de espectadores.

El nuevo 3D también utiliza un sistema de dos cámaras. Esta vez, en lugar de proyectar las dos imágenes juntas, se intercalan fotogramas de una y otra cámara que sólo decodifica uno de los dos ojos cada vez. Es decir, un fotograma lo decodifica sólo uno de los ojos y el siguiente fotograma lo decodifica el otro, mediante el uso de las gafas polarizadas. Y gracias a nuestro defecto físico que permite la persistencia retineana, tenemos el efecto logrado. El IMAX emplea uno de estos sistemas (hay 4 variantes de este principio, con diferentes tipos de proyectores y gafas). En España ya hay unas 30 salas preparadas para proyectar en 3D. Es un resumen esquemático y a todas luces insuficiente del mundo de las tres dimensiones, pero necesitaba explicar por qué Avatar es una revolución. Acompañadme a la butaca.


La verdad es que en el mundo del cine se nota cuando hay dinero. Avatar es la película más cara de la historia del cine, con unos titánicos (ja, ja) 500 millones de dólares de presupuesto. El encarecimiento de las 3D es evidente, pero es que los efectos especiales de Avatar, aun en dos dimensiones, son de otro mundo. Ya está. Hemos llegado a un punto en que todo lo que imagine el director y cada palabra del guión pueden ser trasladados de forma impecablemente fotorealista a la pantalla. El sueño iniciado por Méliès, continuado por todos aquellos que aportaron algo a los efectos especiales del séptimo arte (Harryhausen, Lucas, Wachowsky y un largo etcétera) se ha cumplido al fin. Ver para creer.

7 de diciembre de 2008

Quantum of Solace

Siguiendo los pasos de Casino Royale, Quantum of Solace no es más que una entrega hiperbolizada en acción de los nuevos derroteros pseudo-saga-de-Bourne que ha tomado el agente secreto británico. Si un viejo proverbio klingon decía que la venganza en un plato que se sirve mejor frío, Quantum of Solace viene a desmentirlo.



La primera cosa curiosa que se debe saber de la vigesimosegunda entrega de James Bond es que el director, Marc Forster, no tiene en su currículum nada que a priori se pueda necesitar en una saga de acción. Películas como Monster's Ball y Descubriendo Nunca Jamás, dramones en toda regla, pertenecen a otro mundo. ¿Pues qué nos hace el señor Forster por aquí? Los directores no muy avezados a la acción tienen la mala costumbre de convertir la cámara en un ente gelatinoso que no para de moverse, de mostrar imágenes confusas y zooms exagerados. Y de esos momentos, Quantum of Solace está repleta, pues por cada 3 minutos de conversación, luego viene un pack de 10 minutos de acción dispersa. Si el cine es movimiento, esa cualidad se puede conseguir de diversas formas: moviendo la cámara o moviendo lo que pasa ante ella. Cuando se mueven las dos cosas, se crea un tour de force en el que la pírrica victoria de uno de los contendientes no beneficia al espectador para nada. Por poner ejemplos de ambos extremos: tenemos a Michael Bay y su norma de cambiar de plano cada 3 segundos (donde dos personas quietas pueden parecer casi una multitud corriendo); y tenemos a George Lucas y su anquilosada cámara rumienta por la zona de las ruedas.

Resumiendo un poco, la acción en Quantum of Solace no es tan precisa ni preciosista que en su antecesora, a pesar de tener un potencial incluso mayor. La persecución en coche de la secuencia de apertura es el único momento mínimamente destacable, posiblemente porque no tiene comparación con una secuencia parecida en Casino Royale. Luego, se suceden clichés de 007 uno tras otro: persecución en lancha, persecución en avión, persecución a pie...

En cuanto a la historia, no es más que una continuación directa de lo visto en Casino Royale, con constantes referencias a situaciones y personajes de la primera entrega. Es la primera vez que dos películas de la saga son tan dependientes entre sí. Esto les permite obviar muchos momentos en los que la acción se detendría para presentar personajes o explicar la historia. Que en Solace, no es más que una: venganza, venganza contra aquellos que mataron a Vesper Lynd. Se nos presenta un Bond más descontrolado, más cínico aun que en la primera entrega.
Es de agradecer que nos hayan librado de el enésimo romance de Bond con su coprotagonista femenina, con la que comparte la necesidad de venganza por la muerte de un ser querido. Sus conversaciones provocan lo que se convierte en los únicos momentos emotivos (por mostrar emociones, aunque estas sean bastante oscuras) de todo el metraje, pues ambos tienen a un Bill final al que matar en su lista.

Quantum of Solace es una película de acción aceptable, con errores en su forma y un contenido más vacuo de su predecesora, de la que es quizá demasiado dependiente e imprescindible ver para comprender ésta. La buena sensación que dejó Casino Royale se diluye porque el efecto sorpresa se convierte en un más de lo mismo pero más grande y mejor que no acaba de encajar del todo. Y además, la canción de los créditos, de Alicia Keys, es bazofia. Quantum of Solace se queda con un: 6

13 de julio de 2008

Funny Games

Él está tirado en el suelo junto al sofá, gimiendo de dolor. Tiene la pierna rota y ensangrentada. El escenario, el salón de su propia casa. Ella está en ropa interior. Su cara amoratada e hinchada, un mero reflejo de lo que alguna vez fue. Tiene las manos y los pies retenidos por cinta de embalar, esa que según la publicidad aguanta los tirones y la humedad sin perder su capacidad. Ella está cerca de la televisión, que en ese momento emite una carrera de coches en la que Juan Pablo Montoya va segundo. El sonido de los motores y algún sollozo ocasional es lo único que puebla la habitación. Ella intenta levantarse, sin conseguirlo. El cansancio, el llanto y por qué no, la desesperación, hacen mella en su cuerpo. Se arrastra hacia la tele, con gran esfuerzo logra alcanzar el botón para pararla. Los psicópatas se han ido, la carrera se ha vuelto negra. Ahora, el silencio. Intenta sin éxito romper el precinto de sus manos con una de las esquinas de la mesa de la televisión. Nuevo intento infructuoso por levantarse. A la tercera, gracias al sillón y una mesilla auxiliar, logra incorporarse para coger un cuchillo de la cocina. Las piernas del marido siguen inmoviles tras el mobiliario que nos tapa su visión. Ella regresa ya con libertad de movimientos, le ayuda a incorporarse mientras sollozan. Ninguno de los dos mira el cadáver que duerme eternamente al lado de la tele, ni el estucado de sangre que ha aparecido sobre ésta.



Este párrafo no es más que la transcripción de un soporífero plano secuencia de Funny Games, película remake de un homónimo título de 1997 y dirigida por Michael Haneke. Después de ver la película, la sensación imperante es que no es más que una tremenda tomadura de pelo. Una familia acomodada que va a pasar unas vacaciones a su segunda residencia en un idílico lago se ve acosada de repente por dos individuos que se cuelan en su casa para jugar a macabros juegos dementes.

¿Qué es Funny Games? Una película lenta, aburrida, con mucha atención en el detalle, con un guión pobre por mundano y un desarrollo de A a B en un mismo escenario y con una misma situación. Quizás no es más que una provocadora alegoría de la vida acomodada de un país acomodado con una tremenda doble moral. Siempre me ha parecido curioso que en series como CSI nos muestren como una bala penetra el pecho, rasga una costilla y perfora un pulmón, que empieza a expulsar sangre a borbotones. En cambio, a la hora de las autopsias, la sábana siempre tapa puritanamente el vello púbico y cualquier zona amoral de la anatomía humana.

Funny Games busca provocar reacciones en el espectador, hacer que despierten del aletargado y pasivo rol de espectadorsentadomirandounapelícula. Como un torrente, los dos jóvenes, casi arios, rubios, ojos azules, vestidos de impecable blanco y con una tremenda responsabilidad de las normas de convivencia y de educación penetran en unas vidas mundanas. Aspecto impoluto, educación impoluta, sadismo impoluto. Doble moral, bueno, malo. Todo se mezcla en un torrente de emociones encontradas que descolocan completamente.

Te encuentras riendo ante las desgracias de la familia víctima del juego, una risa hilarante, y te preguntas si estás haciendo lo correcto riendote ante una desgracia representada de forma tan realista. En un momento dado, uno de los dos jóvenes, una encarnación de Beavis & Butt-Head, mira directamente a la cámara e interpela al espectador: ¿Estáis de su parte verdad?

Os aseguro que después de una hora, las afinidades del espectador cambian completamente y se anhela que esos psicópatas surgidos de la nada, regresen y rematen su trabajo. Funny Games es una historia de polaridades extremas. Verborreicos y curiosos personajes enfrente de una tradicional (y aburrida) familia. De la música más nu-metal insertada en un fragmento de música clásica. De odios y amores, de una indecisión por reir o llorar. Sinceramente, no sé si la película me ha gustado o no. Aburrida en el momento pero divertida de rememorar. Quizás ahí es donde quería tenernos Haneke en este cinematográfico chiste malo.

Funny Games, por primera vez en la historia pasada, presente y futura de este blog, se queda sin nota.

9 de julio de 2008

Casino Royale

James Bond es un personaje sobreexplotado a lo largo de 21 películas, sin contar Quantum of Solace, la vigesimosegunda entrega que se estrenará en otoño. ¿Qué se puede decir de él? Es una saga con tremendos altibajos, con actores para todos los gustos, con escenas de acción, y con típicos tópicos que se han convertido en iconos del cine, como la pistola con silenciador, el logo de 007, la propia música...



El súmmum de los remakes, la nueva moda en el siempre conservador modelo de negocio de la indústria cinematográfica norteamericana es la reinvención, el empezar de cero con un mismo personaje sin ser exactamente un calco de la primera película. Esto ha ocurrido en sagas como Batman. Después de dos films de autor más o menos interesantes firmados por Tim Burton, la saga empezó a caer en picado con unos nada creíbles Val Kilmer y George Clooney, embutidos en un traje de murciélago cada vez más dado a pasearse por la acera de enfrente. Para atajar esto llegó Christopher Nolan, y reinventó el personaje dándole un nuevo comienzo, una nueva forma de ser, y un tono más humano al alter ego humano del murciélago. También ha pasado recientemente con Hulk, donde se ha obviado la completa decepción general que provocó la visión (o más bien pesadilla) propuesta por Ang Lee.

Casino Royale nos re-presenta el comienzo de Bond en su primera misión como agente secreto doble cero. Martin Campbell aprovecha la oportunidad de pincelar el personaje sin estar atado a todo lo que se ha visto en las veinte entregas anteriores. Esto permite perfilar un héroe más acorde con los tiempos que corren, y alineado con las nuevas figuras de acción en celuloide. El Bond interpretado por Daniel Craig es más físico que nunca, muy al estilo de Jason Bourne. Se ha intentado prescindir de todo aquello que había sido característico hasta entonces en esta historia interminable. Los complicados gadgets, el coche fantástico, el eterno flirteo con Monney Penney son recursos inexistentes en Casino Royale, mientras que el famoso tema musical y la frase de "me llamo Bond, James Bond" están desterrados a los cinco segundos finales de la película.

Esto nos deja campo para desarrollar a un agente secreto más humano, con sus fallos e inseguridades, capaz de enamorarse incluso. Es un personaje más maduro y mucho más verosímil, que sangra y siente dolor cuando se le hiere. Si jamás has visto una película de 007, o las has visto y nunca te han gustado, te recomiendo que le des una oportunidad a este Casino Royale.

En este entrega Bond debe descubrir cómo se financia una organización terrorista que tiene tratos con un banquero de dinero negro, un tal Le Chiffre (el que tiene un ojo a la virulé). Esta excusa, pues los argumentos en las películas de Bond casi siempre han sido una mera excusa macguffiniana, nos conduce a una película decente, muy entretenida y con un tono rebajado de fantasmadas, problema del que adolecía la saga cada vez más.

Es de agradecer que hayan logrado hacer interesante la primera persecución a pie mediante la inclusión de un traceur o yamakasi, esos "gimnastas urbanos" que saltan y pululan por el mobiliario urbano en un intento por encontrar una casi artística forma de desplazarse. Todas las demás escenas de acción de la película, que están perfectamente repartidas en el metraje, lucen bien por una coreografía de lucha cuidada.

El guión es bastante sólido y ocurrente en ocasiones, especialmente en el pulso verbal entre Bond y Vesper Lynd, la representante del Tesoro que le deja a Bond 10 millones para que pueda jugar la partida de póker que vertebra el título de la película y toda la parte central del metraje. Como no podría ser de otra forma, las películas de Bond siguen con su vocación de catálogo de agencia de viajes y veremos parajes como Bahamas, Miami, Montenegro...

Casino Royale es un excelente título de acción en las que todas las piezas del engranaje giran al unísono, creando un entretenimiento más que decente. Si no eres iniciado en el mundo Bond la recomiendo encarecidamente. Y aunque sólo sea por ver esa estrella que cada vez brilla más, Eva Green, merece la pena. Casino Royale es un: 8

30 de junio de 2008

El incidente

Las películas de M. Night Shyamalan son como un globo repleto de helio. Al principio maravillan; la goma flota ingrávida, desafiando todas las leyes conocidas con sus propias reglas. Al poco, te vas acostumbrando y pasa a ser un objeto más, casi de la familia. Al cabo de dos días, el gas pierde su magia y se va desinchando poco a poco mientras se acerca de forma irremisible al suelo. En una semana, no es más que una goma arrugada en una esquina, presa de un hilo. Un objeto que para nada merece un segundo vistazo.



Lo que no hay que negar a Shyamalan es la tremenda capacidad que tiene para llamar la atención. Como un mago que utiliza sus hiperbólicos gestos para clavar las miradas de los espectadores en el lugar planeado, Shyamalan magnetiza la atención gracias a un misterio envuelto de humo. El ritmo pausado es la especialidad de la casa, y poco a poco se despeja esa cortina de humo. Pero lo que hay detrás no siempre cumple las expectativas.

El incidente se revela como un thriller que poco a poco se convierte en una road movie mientras sus protagonistas huyen de una amenaza invisible. Shyamalan sigue en su tradición atávica de presentar a parejas desestructuradas y al borde del abismo. Los protagonistas, interpretados por un Mark Walhberg un tanto perdido y una sosísima Zooey Deschanel (que parece sacada del psiquiátrico del nido del cuco), son arrastrados a una huída forzosa en la que intentaran reavivar las ascuas de su amor.

Por alguna extraña razón, en los parques de las grandes ciudades primero y en núcleos más reducidos después, se libera una toxina que provoca la anulación de las funciones motoras y acaba provocando el suicidio. La paranoia de la sociedad norteamericana post 11-S atribuye el extraño incidente a un ataque terrorista, explicación que pronto se torna más y más improbable. Es entonces cuando la cortina se abre y nos caen pequeñas pistas para que entendamos el misterio. El problema es que la explicación al misterio es tan estúpida que sientes que Shyamalan te está tomando el pelo de una manera a la que poca gente se le permitiría. Sus películas son una espiral descendente, con tramas cada vez más endebles que suple con un artificioso aspecto visual, mucha tramoya para tan poco guión.

Da la sensación de que la persona que parió ese hito del cine sobrenatural, el Sexto Sentido, ha empezado a no tomarse en serio a sí mismo. Y cuando el orador deja de creer en sus fábulas, es cuando éstas mueren. Cosas como el diálogo de Walhberg con la planta de plástico y la omnipresencia del anillo de colores dejan al espectador bastante descolocado y refuerzan la sensación de pérdida de verosimilitud. Para paliar este cúmulo de errores, Shyamalan ha optado por hacer la película más violenta y explícita hasta la fecha, en algunos momentos pseudo-gore, que posiblemente sean lo mejor de la película. Quizás es un intento por darle un aspecto más adulto al conjunto del film, pero la sangre y las vísceras no son la panacea universal para que los espectadores puedan tragar la medicina más amarga. Y ésta, os aseguro que lo es.

El Incidente se queda con un: 6

26 de mayo de 2008

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Imaginemos que estamos en mitad de un museo. Observando la Mona Lisa, el David o cualquiera de las obras clásicas de la historia del arte. Cualquiera de esas obras que todo el mundo conoce, reconoce y respeta. Esas obras que forman parte del imaginario popular, que son un mito en sí mismas. Ahora bien. Imaginemos que tenemos la posibilidad de retocar esas obras. De hacer añadidos que para bien o para mal modificarían y ampliarían esas obras para siempre, cambiando el mito. ¿Y si le pusieramos al David un sombrero y un látigo?



Al igual que ocurrió con Star Wars, saga que tuvo su continuación 16 años después, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal llega casi dos décadas más tarde que su predecesora, Indiana Jones y la Última Cruzada. Siempre es peligroso ampliar sagas tan populares, que son poco menos que un mito para millones de espectadores a lo largo y ancho del globo. Con tanto tiempo para interiorizarlas y adorarlas, estas sagas maceran como un buen vino en la mente del espectador, que las amolda a su gusto. ¿Qué pasa cuando se hace una continuación?

El ojo crítico del espectador se agudiza hasta extremos insospechados. La suspicacia con que se enfrenta el film se ve multiplicada por la osadía de continuar aquello que se conoce tan bien. De forma casi inconsciente, el espectador se torna cínico ante todo lo que tenga que ver con la nueva película.

Ante toda esta presión previa, el cineasta, en este caso Spielberg y su productor, George Lucas, debe tratar con enorme respeto el material ya realizado. Mantener el tono, hacer guiños, autoparodiarse, expandir la historia, explorar nuevos campos sin traicionar la esencia absoluta del doctor Jones. ¿Qué se ha conseguido con el Reino de la Calavera de Cristal? La nueva entrega de Indy es una evolución. Como el propio Spielberg dijo, si las primeras eran un guiño al cine de aventuras de los años 30, la nueva se fija en el cine predominante en los años 50, la serie B de ciencia-ficción.

Fechada en 1957, nos reencontramos al profesor Jones en plena guerra fría. Secuestrado por los rusos en un desierto de Nevada, los primeros diez minutos de acción tienen lugar en el misterioso almacén que vemos al final de En Busca del Arca Perdida, donde escondieron el objeto sagrado para siempre jamás. Este es uno de los múltiples guiños hacia la trilogía original que llena la nueva entrega.

Es curiosa la dicotomía que existe en el argumento. Porque a la vez encaja y no encaja con las Indiana Jones originales. Si recordamos, el elemento fantástico ha estado presente en todas las películas de Indy sin excepción: desde el arca capaz de matar a los nazis con el fuego sagrado; al sacerdote Mola Ram, capaz de arrancar un corazón con sus manos y que el "operado" siga vivo; pasando por el cáliz que contuvo la sangre de Cristo y que es capaz de dar la vida eterna y curar una herida de bala con el agua que contiene. Si bien estos elementos sobrenaturales son iconos religiosos y aparecen siempre hacia el final de la película, puede que resulte chocante encontrar una nueva forma de deidad religiosa "alternativa": los seres extraterrestres. La historia nos lleva a los misteriosos geoglifos de Nazca, en Perú; a algo parecido a la polémica calavera de Mitchell-Hedges y la mítica ciudad de El Dorado. Toda la base "real" de esta película es tan resbaladiza que deberían haberse planteado una forma de presentar toda la mitología de la historia de forma más ambigua para que el espectador decida lo que podría ser o no real.

Una vez seamos capaces de aceptar este giro en el argumento, Spielberg nos ofrece lo que siempre había sido Indiana Jones: entretenimiento puro, persecuciones imposibles, humor...una película de domingo por la tarde. Buscar en Indiana Jones algo más profundo sería traicionar la esencia de lo que es, de lo que siempre ha sido.

Y entrener, esta película consigue hacerlo. Excepcional escena de persecución en coche a través de la selva, con lucha de esgrima y una marabunta de hormigas asesinas detrás, todo para terminar en una enorme cascada. Adrenalina pura, movimiento, cine en mayúsculas. También destacable la persecución en moto por la ciudad, cargada de momentos cómicos y un final apoteósico en una biblioteca.

La nueva mala malísima, interpretada por una genial Cate Blanchett, cuya mirada magnética sustenta el personaje, es la comandante de los antagonistas de postín de turno: ahora, son los rusos. (Recordemos, ya no estamos en los años 30 y los tiempos han cambiado). Jamás en Indiana Jones una figura antagonista había tenido tanto peso. Por ejemplo, en la Última Cruzada, esa figura estaba dividida en: la parte física (el general alemán), la parte científica e intelectual (la traidora Elsa) y la parte egoista de enriquecimiento personal (el también traidor Donovan). Aquí, todas esas figuras convergen en el personaje de Irina Spalko de forma muy efectiva.

También acompañan a Indy el primer amor del que supimos, la verborreica Marion Ravenwood, y su hijo, el adolescente pseudo-James Dean, Mutt. La relación paternal que Indy establece con Mutt está poco explotada por culpa de un guión que cumple su cometido pero no destaca en ningún momento. David Koepp, su responsable, parece saturado por el mito de Indiana Jones y es incapaz de hacer evolucionar al personaje más allá de explotar el hecho de que está un poco mayor para las aventuras en las que se mete casi sin querer. Además, el personaje de Mac, peca de esquemático y poco profundo, cuya motivación es sólo el dinero. Para ser amigos de toda la vida, no hay química entre ellos como pareja de aventuras. Y por último, la inclusión del personaje de John Hurt es totalmente innecesaria e inútil.

Por desgracia escenas como la explosión atómica con la nevera y la inclusión del momento tarzanil desmerecen el conjunto de la película. Otros fallos, como la facilidad con la que se libran de los "malos lugareños" (esos que sólo aparecen en un lugar concreto de la película, como la tumba de Nazca o la entrada al reino de la calavera de cristal) ayudan a diluir la sensación de peligro.

Sorprendentemente, otro de los puntos flacos de la película es la música de John Williams. Un compositor infalible, la persona viva más nominada, que a veces incluso ha competido contra sí mismo en los óscar por estar doblemente nominado...ha fallado. No hay ni una sola melodía nueva con la fuerza suficiente para ser recordada. Los momentos de más carga emocional de la película son rescatados por melodías de las anteriores entregas, como el tema de Marion, el tema del arca, e incluso el tema del Santo Grial. Son los únicos momentos en los que la banda sonora brilla, rellenando los huecos entre estos leit-motivs con música de acción nada inspirada y que recuerda en exceso a la música de las dos últimas entregas de Star Wars.

Si eres capaz de perdonar el casi increíble argumento, disfrutarás mucho con esta nueva entrega. Se le achaca la falta de un guión más mordaz y unos personajes más definidos, pero la impecable dirección de Spielberg nos ofrece una pop-corn movie en toda regla con momentos cómicos y acción a raudales. Y después de todo, sigue siendo Indiana Jones. Por eso, se le perdona todo. Se queda con un: 7'5

23 de mayo de 2008

La Niebla

El director y guionista Frank Darabont se atreve con una nueva iteración en su trayectoria: adaptar una obra de Stephen King. Tras Cadena Perpétua y la Milla Verde, dos más que interesantes dramas carcelarios (el primero de ellos posiblemente precursor de Prison Break), nos llega La Niebla. Nada tiene que ver con la película homónima de John Carpenter, pero también se abraza al género de terror para contar esta nebulosa historia.



La película no se anda con rodeos: a los cinco minutos vemos aparecer la niebla, que no nos abandonará ya en ningún momento. Después de una gran tormenta nocturna, la mayoría del ficticio pueblo de Castle Rock va a comprar suministros a la tienda local. Entre ellos, un dibujante de pósters de películas y su hijo pequeño. Allí es donde les alcanza la mortífera niebla.

El motor del primer tercio de la película es el misterio que nos presenta esa niebla. Qué es, por qué aparece, cómo es, y lo más importante: qué habita en ella. Una vez se disipa este misterio inicial...llegan los monstruos. Eso sí: sabiamente utilizados. Su aparición está dosificada a lo largo del metraje y siempre entre la bruma, con lo que el terror a lo informe acentúa la sensación de incertidumbre. La influencia de H.P. Lovecraft en King se nota en el diseño de producción de los monstruos, parecidos a los putrefactos dioses-monstruo del autor inglés.

Pronto nos percatamos como espectadores que debemos centrar nuestra atención en el interior de la tienda. Por desgracia, hay más monstruos dentro que fuera de ella. Es curioso ver como la civilización y las normas de convivencia son como una fina capa de polvo. A la que viene una leve ráfaga de viento que perturba la paz, se pierde todo de un plumazo. Los personajes, atrapados, son como un caldo de cultivo en una olla a presión.

Este choque se produce por las diferentes formas que tiene el ser humano de enfrentarse a lo desconocido, de intentar encajar en parámetros comprensibles lo que no puede interpretarse por los mecanismos habituales. En La Niebla tenemos la interpretación bíblica del apocalipsis y el fin de los días, predicada por una estupenda Marcia Gay Harden que va ganando adeptos fanáticos conforme se suceden los..."sacrificios". Tenemos la visión pragmática, el empirista, y la desesperada de aquel que desea que su hijo sobreviva.

Mención aparte necesita el tercio final de la película. Frank Darabont, que también es el responsable del guión, se atreve a cambiar el abierto final de la novela corta de King para traerlo a derroteros mucho más dramáticos y cínicos. Dada la situación en al tienda, los personajes, ya al límite se ven forzados a abandonarla. Y es aquí cuando la tremenda amoralidad de la situación, la desesperación, y la decisión final, hacen preguntarse al espectador cual es la opción correcta, que salida hay.

La Niebla es una película de terror con corazón. Unos personajes sólidos cimentan una historia interesante y llena de misterio, con suficientes dosis de terror y gore puntuales para saciar a los exigentes. Y si esto no te convence, los diez impactantes y desoladores minutos finales te harán recordarla mucho tiempo, al igual que la conmovedora banda sonora. Realmente, desearás que esos personajes sobrevivan, pues se lo merecen. En conjunto es una buena película, una decente adaptación y un gran entretenimiento.

La Niebla se lleva un: 8,5.