7 de diciembre de 2008

Quantum of Solace

Siguiendo los pasos de Casino Royale, Quantum of Solace no es más que una entrega hiperbolizada en acción de los nuevos derroteros pseudo-saga-de-Bourne que ha tomado el agente secreto británico. Si un viejo proverbio klingon decía que la venganza en un plato que se sirve mejor frío, Quantum of Solace viene a desmentirlo.



La primera cosa curiosa que se debe saber de la vigesimosegunda entrega de James Bond es que el director, Marc Forster, no tiene en su currículum nada que a priori se pueda necesitar en una saga de acción. Películas como Monster's Ball y Descubriendo Nunca Jamás, dramones en toda regla, pertenecen a otro mundo. ¿Pues qué nos hace el señor Forster por aquí? Los directores no muy avezados a la acción tienen la mala costumbre de convertir la cámara en un ente gelatinoso que no para de moverse, de mostrar imágenes confusas y zooms exagerados. Y de esos momentos, Quantum of Solace está repleta, pues por cada 3 minutos de conversación, luego viene un pack de 10 minutos de acción dispersa. Si el cine es movimiento, esa cualidad se puede conseguir de diversas formas: moviendo la cámara o moviendo lo que pasa ante ella. Cuando se mueven las dos cosas, se crea un tour de force en el que la pírrica victoria de uno de los contendientes no beneficia al espectador para nada. Por poner ejemplos de ambos extremos: tenemos a Michael Bay y su norma de cambiar de plano cada 3 segundos (donde dos personas quietas pueden parecer casi una multitud corriendo); y tenemos a George Lucas y su anquilosada cámara rumienta por la zona de las ruedas.

Resumiendo un poco, la acción en Quantum of Solace no es tan precisa ni preciosista que en su antecesora, a pesar de tener un potencial incluso mayor. La persecución en coche de la secuencia de apertura es el único momento mínimamente destacable, posiblemente porque no tiene comparación con una secuencia parecida en Casino Royale. Luego, se suceden clichés de 007 uno tras otro: persecución en lancha, persecución en avión, persecución a pie...

En cuanto a la historia, no es más que una continuación directa de lo visto en Casino Royale, con constantes referencias a situaciones y personajes de la primera entrega. Es la primera vez que dos películas de la saga son tan dependientes entre sí. Esto les permite obviar muchos momentos en los que la acción se detendría para presentar personajes o explicar la historia. Que en Solace, no es más que una: venganza, venganza contra aquellos que mataron a Vesper Lynd. Se nos presenta un Bond más descontrolado, más cínico aun que en la primera entrega.
Es de agradecer que nos hayan librado de el enésimo romance de Bond con su coprotagonista femenina, con la que comparte la necesidad de venganza por la muerte de un ser querido. Sus conversaciones provocan lo que se convierte en los únicos momentos emotivos (por mostrar emociones, aunque estas sean bastante oscuras) de todo el metraje, pues ambos tienen a un Bill final al que matar en su lista.

Quantum of Solace es una película de acción aceptable, con errores en su forma y un contenido más vacuo de su predecesora, de la que es quizá demasiado dependiente e imprescindible ver para comprender ésta. La buena sensación que dejó Casino Royale se diluye porque el efecto sorpresa se convierte en un más de lo mismo pero más grande y mejor que no acaba de encajar del todo. Y además, la canción de los créditos, de Alicia Keys, es bazofia. Quantum of Solace se queda con un: 6

13 de julio de 2008

Funny Games

Él está tirado en el suelo junto al sofá, gimiendo de dolor. Tiene la pierna rota y ensangrentada. El escenario, el salón de su propia casa. Ella está en ropa interior. Su cara amoratada e hinchada, un mero reflejo de lo que alguna vez fue. Tiene las manos y los pies retenidos por cinta de embalar, esa que según la publicidad aguanta los tirones y la humedad sin perder su capacidad. Ella está cerca de la televisión, que en ese momento emite una carrera de coches en la que Juan Pablo Montoya va segundo. El sonido de los motores y algún sollozo ocasional es lo único que puebla la habitación. Ella intenta levantarse, sin conseguirlo. El cansancio, el llanto y por qué no, la desesperación, hacen mella en su cuerpo. Se arrastra hacia la tele, con gran esfuerzo logra alcanzar el botón para pararla. Los psicópatas se han ido, la carrera se ha vuelto negra. Ahora, el silencio. Intenta sin éxito romper el precinto de sus manos con una de las esquinas de la mesa de la televisión. Nuevo intento infructuoso por levantarse. A la tercera, gracias al sillón y una mesilla auxiliar, logra incorporarse para coger un cuchillo de la cocina. Las piernas del marido siguen inmoviles tras el mobiliario que nos tapa su visión. Ella regresa ya con libertad de movimientos, le ayuda a incorporarse mientras sollozan. Ninguno de los dos mira el cadáver que duerme eternamente al lado de la tele, ni el estucado de sangre que ha aparecido sobre ésta.



Este párrafo no es más que la transcripción de un soporífero plano secuencia de Funny Games, película remake de un homónimo título de 1997 y dirigida por Michael Haneke. Después de ver la película, la sensación imperante es que no es más que una tremenda tomadura de pelo. Una familia acomodada que va a pasar unas vacaciones a su segunda residencia en un idílico lago se ve acosada de repente por dos individuos que se cuelan en su casa para jugar a macabros juegos dementes.

¿Qué es Funny Games? Una película lenta, aburrida, con mucha atención en el detalle, con un guión pobre por mundano y un desarrollo de A a B en un mismo escenario y con una misma situación. Quizás no es más que una provocadora alegoría de la vida acomodada de un país acomodado con una tremenda doble moral. Siempre me ha parecido curioso que en series como CSI nos muestren como una bala penetra el pecho, rasga una costilla y perfora un pulmón, que empieza a expulsar sangre a borbotones. En cambio, a la hora de las autopsias, la sábana siempre tapa puritanamente el vello púbico y cualquier zona amoral de la anatomía humana.

Funny Games busca provocar reacciones en el espectador, hacer que despierten del aletargado y pasivo rol de espectadorsentadomirandounapelícula. Como un torrente, los dos jóvenes, casi arios, rubios, ojos azules, vestidos de impecable blanco y con una tremenda responsabilidad de las normas de convivencia y de educación penetran en unas vidas mundanas. Aspecto impoluto, educación impoluta, sadismo impoluto. Doble moral, bueno, malo. Todo se mezcla en un torrente de emociones encontradas que descolocan completamente.

Te encuentras riendo ante las desgracias de la familia víctima del juego, una risa hilarante, y te preguntas si estás haciendo lo correcto riendote ante una desgracia representada de forma tan realista. En un momento dado, uno de los dos jóvenes, una encarnación de Beavis & Butt-Head, mira directamente a la cámara e interpela al espectador: ¿Estáis de su parte verdad?

Os aseguro que después de una hora, las afinidades del espectador cambian completamente y se anhela que esos psicópatas surgidos de la nada, regresen y rematen su trabajo. Funny Games es una historia de polaridades extremas. Verborreicos y curiosos personajes enfrente de una tradicional (y aburrida) familia. De la música más nu-metal insertada en un fragmento de música clásica. De odios y amores, de una indecisión por reir o llorar. Sinceramente, no sé si la película me ha gustado o no. Aburrida en el momento pero divertida de rememorar. Quizás ahí es donde quería tenernos Haneke en este cinematográfico chiste malo.

Funny Games, por primera vez en la historia pasada, presente y futura de este blog, se queda sin nota.

9 de julio de 2008

Casino Royale

James Bond es un personaje sobreexplotado a lo largo de 21 películas, sin contar Quantum of Solace, la vigesimosegunda entrega que se estrenará en otoño. ¿Qué se puede decir de él? Es una saga con tremendos altibajos, con actores para todos los gustos, con escenas de acción, y con típicos tópicos que se han convertido en iconos del cine, como la pistola con silenciador, el logo de 007, la propia música...



El súmmum de los remakes, la nueva moda en el siempre conservador modelo de negocio de la indústria cinematográfica norteamericana es la reinvención, el empezar de cero con un mismo personaje sin ser exactamente un calco de la primera película. Esto ha ocurrido en sagas como Batman. Después de dos films de autor más o menos interesantes firmados por Tim Burton, la saga empezó a caer en picado con unos nada creíbles Val Kilmer y George Clooney, embutidos en un traje de murciélago cada vez más dado a pasearse por la acera de enfrente. Para atajar esto llegó Christopher Nolan, y reinventó el personaje dándole un nuevo comienzo, una nueva forma de ser, y un tono más humano al alter ego humano del murciélago. También ha pasado recientemente con Hulk, donde se ha obviado la completa decepción general que provocó la visión (o más bien pesadilla) propuesta por Ang Lee.

Casino Royale nos re-presenta el comienzo de Bond en su primera misión como agente secreto doble cero. Martin Campbell aprovecha la oportunidad de pincelar el personaje sin estar atado a todo lo que se ha visto en las veinte entregas anteriores. Esto permite perfilar un héroe más acorde con los tiempos que corren, y alineado con las nuevas figuras de acción en celuloide. El Bond interpretado por Daniel Craig es más físico que nunca, muy al estilo de Jason Bourne. Se ha intentado prescindir de todo aquello que había sido característico hasta entonces en esta historia interminable. Los complicados gadgets, el coche fantástico, el eterno flirteo con Monney Penney son recursos inexistentes en Casino Royale, mientras que el famoso tema musical y la frase de "me llamo Bond, James Bond" están desterrados a los cinco segundos finales de la película.

Esto nos deja campo para desarrollar a un agente secreto más humano, con sus fallos e inseguridades, capaz de enamorarse incluso. Es un personaje más maduro y mucho más verosímil, que sangra y siente dolor cuando se le hiere. Si jamás has visto una película de 007, o las has visto y nunca te han gustado, te recomiendo que le des una oportunidad a este Casino Royale.

En este entrega Bond debe descubrir cómo se financia una organización terrorista que tiene tratos con un banquero de dinero negro, un tal Le Chiffre (el que tiene un ojo a la virulé). Esta excusa, pues los argumentos en las películas de Bond casi siempre han sido una mera excusa macguffiniana, nos conduce a una película decente, muy entretenida y con un tono rebajado de fantasmadas, problema del que adolecía la saga cada vez más.

Es de agradecer que hayan logrado hacer interesante la primera persecución a pie mediante la inclusión de un traceur o yamakasi, esos "gimnastas urbanos" que saltan y pululan por el mobiliario urbano en un intento por encontrar una casi artística forma de desplazarse. Todas las demás escenas de acción de la película, que están perfectamente repartidas en el metraje, lucen bien por una coreografía de lucha cuidada.

El guión es bastante sólido y ocurrente en ocasiones, especialmente en el pulso verbal entre Bond y Vesper Lynd, la representante del Tesoro que le deja a Bond 10 millones para que pueda jugar la partida de póker que vertebra el título de la película y toda la parte central del metraje. Como no podría ser de otra forma, las películas de Bond siguen con su vocación de catálogo de agencia de viajes y veremos parajes como Bahamas, Miami, Montenegro...

Casino Royale es un excelente título de acción en las que todas las piezas del engranaje giran al unísono, creando un entretenimiento más que decente. Si no eres iniciado en el mundo Bond la recomiendo encarecidamente. Y aunque sólo sea por ver esa estrella que cada vez brilla más, Eva Green, merece la pena. Casino Royale es un: 8

30 de junio de 2008

El incidente

Las películas de M. Night Shyamalan son como un globo repleto de helio. Al principio maravillan; la goma flota ingrávida, desafiando todas las leyes conocidas con sus propias reglas. Al poco, te vas acostumbrando y pasa a ser un objeto más, casi de la familia. Al cabo de dos días, el gas pierde su magia y se va desinchando poco a poco mientras se acerca de forma irremisible al suelo. En una semana, no es más que una goma arrugada en una esquina, presa de un hilo. Un objeto que para nada merece un segundo vistazo.



Lo que no hay que negar a Shyamalan es la tremenda capacidad que tiene para llamar la atención. Como un mago que utiliza sus hiperbólicos gestos para clavar las miradas de los espectadores en el lugar planeado, Shyamalan magnetiza la atención gracias a un misterio envuelto de humo. El ritmo pausado es la especialidad de la casa, y poco a poco se despeja esa cortina de humo. Pero lo que hay detrás no siempre cumple las expectativas.

El incidente se revela como un thriller que poco a poco se convierte en una road movie mientras sus protagonistas huyen de una amenaza invisible. Shyamalan sigue en su tradición atávica de presentar a parejas desestructuradas y al borde del abismo. Los protagonistas, interpretados por un Mark Walhberg un tanto perdido y una sosísima Zooey Deschanel (que parece sacada del psiquiátrico del nido del cuco), son arrastrados a una huída forzosa en la que intentaran reavivar las ascuas de su amor.

Por alguna extraña razón, en los parques de las grandes ciudades primero y en núcleos más reducidos después, se libera una toxina que provoca la anulación de las funciones motoras y acaba provocando el suicidio. La paranoia de la sociedad norteamericana post 11-S atribuye el extraño incidente a un ataque terrorista, explicación que pronto se torna más y más improbable. Es entonces cuando la cortina se abre y nos caen pequeñas pistas para que entendamos el misterio. El problema es que la explicación al misterio es tan estúpida que sientes que Shyamalan te está tomando el pelo de una manera a la que poca gente se le permitiría. Sus películas son una espiral descendente, con tramas cada vez más endebles que suple con un artificioso aspecto visual, mucha tramoya para tan poco guión.

Da la sensación de que la persona que parió ese hito del cine sobrenatural, el Sexto Sentido, ha empezado a no tomarse en serio a sí mismo. Y cuando el orador deja de creer en sus fábulas, es cuando éstas mueren. Cosas como el diálogo de Walhberg con la planta de plástico y la omnipresencia del anillo de colores dejan al espectador bastante descolocado y refuerzan la sensación de pérdida de verosimilitud. Para paliar este cúmulo de errores, Shyamalan ha optado por hacer la película más violenta y explícita hasta la fecha, en algunos momentos pseudo-gore, que posiblemente sean lo mejor de la película. Quizás es un intento por darle un aspecto más adulto al conjunto del film, pero la sangre y las vísceras no son la panacea universal para que los espectadores puedan tragar la medicina más amarga. Y ésta, os aseguro que lo es.

El Incidente se queda con un: 6

26 de mayo de 2008

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Imaginemos que estamos en mitad de un museo. Observando la Mona Lisa, el David o cualquiera de las obras clásicas de la historia del arte. Cualquiera de esas obras que todo el mundo conoce, reconoce y respeta. Esas obras que forman parte del imaginario popular, que son un mito en sí mismas. Ahora bien. Imaginemos que tenemos la posibilidad de retocar esas obras. De hacer añadidos que para bien o para mal modificarían y ampliarían esas obras para siempre, cambiando el mito. ¿Y si le pusieramos al David un sombrero y un látigo?



Al igual que ocurrió con Star Wars, saga que tuvo su continuación 16 años después, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal llega casi dos décadas más tarde que su predecesora, Indiana Jones y la Última Cruzada. Siempre es peligroso ampliar sagas tan populares, que son poco menos que un mito para millones de espectadores a lo largo y ancho del globo. Con tanto tiempo para interiorizarlas y adorarlas, estas sagas maceran como un buen vino en la mente del espectador, que las amolda a su gusto. ¿Qué pasa cuando se hace una continuación?

El ojo crítico del espectador se agudiza hasta extremos insospechados. La suspicacia con que se enfrenta el film se ve multiplicada por la osadía de continuar aquello que se conoce tan bien. De forma casi inconsciente, el espectador se torna cínico ante todo lo que tenga que ver con la nueva película.

Ante toda esta presión previa, el cineasta, en este caso Spielberg y su productor, George Lucas, debe tratar con enorme respeto el material ya realizado. Mantener el tono, hacer guiños, autoparodiarse, expandir la historia, explorar nuevos campos sin traicionar la esencia absoluta del doctor Jones. ¿Qué se ha conseguido con el Reino de la Calavera de Cristal? La nueva entrega de Indy es una evolución. Como el propio Spielberg dijo, si las primeras eran un guiño al cine de aventuras de los años 30, la nueva se fija en el cine predominante en los años 50, la serie B de ciencia-ficción.

Fechada en 1957, nos reencontramos al profesor Jones en plena guerra fría. Secuestrado por los rusos en un desierto de Nevada, los primeros diez minutos de acción tienen lugar en el misterioso almacén que vemos al final de En Busca del Arca Perdida, donde escondieron el objeto sagrado para siempre jamás. Este es uno de los múltiples guiños hacia la trilogía original que llena la nueva entrega.

Es curiosa la dicotomía que existe en el argumento. Porque a la vez encaja y no encaja con las Indiana Jones originales. Si recordamos, el elemento fantástico ha estado presente en todas las películas de Indy sin excepción: desde el arca capaz de matar a los nazis con el fuego sagrado; al sacerdote Mola Ram, capaz de arrancar un corazón con sus manos y que el "operado" siga vivo; pasando por el cáliz que contuvo la sangre de Cristo y que es capaz de dar la vida eterna y curar una herida de bala con el agua que contiene. Si bien estos elementos sobrenaturales son iconos religiosos y aparecen siempre hacia el final de la película, puede que resulte chocante encontrar una nueva forma de deidad religiosa "alternativa": los seres extraterrestres. La historia nos lleva a los misteriosos geoglifos de Nazca, en Perú; a algo parecido a la polémica calavera de Mitchell-Hedges y la mítica ciudad de El Dorado. Toda la base "real" de esta película es tan resbaladiza que deberían haberse planteado una forma de presentar toda la mitología de la historia de forma más ambigua para que el espectador decida lo que podría ser o no real.

Una vez seamos capaces de aceptar este giro en el argumento, Spielberg nos ofrece lo que siempre había sido Indiana Jones: entretenimiento puro, persecuciones imposibles, humor...una película de domingo por la tarde. Buscar en Indiana Jones algo más profundo sería traicionar la esencia de lo que es, de lo que siempre ha sido.

Y entrener, esta película consigue hacerlo. Excepcional escena de persecución en coche a través de la selva, con lucha de esgrima y una marabunta de hormigas asesinas detrás, todo para terminar en una enorme cascada. Adrenalina pura, movimiento, cine en mayúsculas. También destacable la persecución en moto por la ciudad, cargada de momentos cómicos y un final apoteósico en una biblioteca.

La nueva mala malísima, interpretada por una genial Cate Blanchett, cuya mirada magnética sustenta el personaje, es la comandante de los antagonistas de postín de turno: ahora, son los rusos. (Recordemos, ya no estamos en los años 30 y los tiempos han cambiado). Jamás en Indiana Jones una figura antagonista había tenido tanto peso. Por ejemplo, en la Última Cruzada, esa figura estaba dividida en: la parte física (el general alemán), la parte científica e intelectual (la traidora Elsa) y la parte egoista de enriquecimiento personal (el también traidor Donovan). Aquí, todas esas figuras convergen en el personaje de Irina Spalko de forma muy efectiva.

También acompañan a Indy el primer amor del que supimos, la verborreica Marion Ravenwood, y su hijo, el adolescente pseudo-James Dean, Mutt. La relación paternal que Indy establece con Mutt está poco explotada por culpa de un guión que cumple su cometido pero no destaca en ningún momento. David Koepp, su responsable, parece saturado por el mito de Indiana Jones y es incapaz de hacer evolucionar al personaje más allá de explotar el hecho de que está un poco mayor para las aventuras en las que se mete casi sin querer. Además, el personaje de Mac, peca de esquemático y poco profundo, cuya motivación es sólo el dinero. Para ser amigos de toda la vida, no hay química entre ellos como pareja de aventuras. Y por último, la inclusión del personaje de John Hurt es totalmente innecesaria e inútil.

Por desgracia escenas como la explosión atómica con la nevera y la inclusión del momento tarzanil desmerecen el conjunto de la película. Otros fallos, como la facilidad con la que se libran de los "malos lugareños" (esos que sólo aparecen en un lugar concreto de la película, como la tumba de Nazca o la entrada al reino de la calavera de cristal) ayudan a diluir la sensación de peligro.

Sorprendentemente, otro de los puntos flacos de la película es la música de John Williams. Un compositor infalible, la persona viva más nominada, que a veces incluso ha competido contra sí mismo en los óscar por estar doblemente nominado...ha fallado. No hay ni una sola melodía nueva con la fuerza suficiente para ser recordada. Los momentos de más carga emocional de la película son rescatados por melodías de las anteriores entregas, como el tema de Marion, el tema del arca, e incluso el tema del Santo Grial. Son los únicos momentos en los que la banda sonora brilla, rellenando los huecos entre estos leit-motivs con música de acción nada inspirada y que recuerda en exceso a la música de las dos últimas entregas de Star Wars.

Si eres capaz de perdonar el casi increíble argumento, disfrutarás mucho con esta nueva entrega. Se le achaca la falta de un guión más mordaz y unos personajes más definidos, pero la impecable dirección de Spielberg nos ofrece una pop-corn movie en toda regla con momentos cómicos y acción a raudales. Y después de todo, sigue siendo Indiana Jones. Por eso, se le perdona todo. Se queda con un: 7'5

23 de mayo de 2008

La Niebla

El director y guionista Frank Darabont se atreve con una nueva iteración en su trayectoria: adaptar una obra de Stephen King. Tras Cadena Perpétua y la Milla Verde, dos más que interesantes dramas carcelarios (el primero de ellos posiblemente precursor de Prison Break), nos llega La Niebla. Nada tiene que ver con la película homónima de John Carpenter, pero también se abraza al género de terror para contar esta nebulosa historia.



La película no se anda con rodeos: a los cinco minutos vemos aparecer la niebla, que no nos abandonará ya en ningún momento. Después de una gran tormenta nocturna, la mayoría del ficticio pueblo de Castle Rock va a comprar suministros a la tienda local. Entre ellos, un dibujante de pósters de películas y su hijo pequeño. Allí es donde les alcanza la mortífera niebla.

El motor del primer tercio de la película es el misterio que nos presenta esa niebla. Qué es, por qué aparece, cómo es, y lo más importante: qué habita en ella. Una vez se disipa este misterio inicial...llegan los monstruos. Eso sí: sabiamente utilizados. Su aparición está dosificada a lo largo del metraje y siempre entre la bruma, con lo que el terror a lo informe acentúa la sensación de incertidumbre. La influencia de H.P. Lovecraft en King se nota en el diseño de producción de los monstruos, parecidos a los putrefactos dioses-monstruo del autor inglés.

Pronto nos percatamos como espectadores que debemos centrar nuestra atención en el interior de la tienda. Por desgracia, hay más monstruos dentro que fuera de ella. Es curioso ver como la civilización y las normas de convivencia son como una fina capa de polvo. A la que viene una leve ráfaga de viento que perturba la paz, se pierde todo de un plumazo. Los personajes, atrapados, son como un caldo de cultivo en una olla a presión.

Este choque se produce por las diferentes formas que tiene el ser humano de enfrentarse a lo desconocido, de intentar encajar en parámetros comprensibles lo que no puede interpretarse por los mecanismos habituales. En La Niebla tenemos la interpretación bíblica del apocalipsis y el fin de los días, predicada por una estupenda Marcia Gay Harden que va ganando adeptos fanáticos conforme se suceden los..."sacrificios". Tenemos la visión pragmática, el empirista, y la desesperada de aquel que desea que su hijo sobreviva.

Mención aparte necesita el tercio final de la película. Frank Darabont, que también es el responsable del guión, se atreve a cambiar el abierto final de la novela corta de King para traerlo a derroteros mucho más dramáticos y cínicos. Dada la situación en al tienda, los personajes, ya al límite se ven forzados a abandonarla. Y es aquí cuando la tremenda amoralidad de la situación, la desesperación, y la decisión final, hacen preguntarse al espectador cual es la opción correcta, que salida hay.

La Niebla es una película de terror con corazón. Unos personajes sólidos cimentan una historia interesante y llena de misterio, con suficientes dosis de terror y gore puntuales para saciar a los exigentes. Y si esto no te convence, los diez impactantes y desoladores minutos finales te harán recordarla mucho tiempo, al igual que la conmovedora banda sonora. Realmente, desearás que esos personajes sobrevivan, pues se lo merecen. En conjunto es una buena película, una decente adaptación y un gran entretenimiento.

La Niebla se lleva un: 8,5.

12 de mayo de 2008

Cobardes

Si la Torre de Babel se erigiese hoy día, sería estrella de esos documentales de la Sexta, llamados MEGACONSTRUCCIONES. Es curioso como si ponemos la estructura de la serie CSI a algo tan mundano como la construcción de un puente, se convierte inmediatamente en puro espectáculo.

Siguiendo con laTorre de Babel, (según esa gran fábula llamada el libro sagrado), fue el lugar donde los hombres perdieron la facultad de entenderse unos a otros, donde nacieron los diferentes idiomas como castigo por intentar llegar al cielo.



Cobardes es la película que sigue a Tapas en ese intento por radiografiar a la sociedad del extraradio de Barcelona. Para eso, con un amor por la ciudad natal que nada tiene que envidiar a la relación entre Woody Allen y la Gran Manzana, Jose Corbacho y Juan Cruz retratan a la gente de Hospitalet con una historia de barrio, con algo que por mundano pocas veces salta a la gran pantalla.

Cobardes toca el tema del bullying, o para los de toda la vida, el acoso escolar. Cómo identificarlo, como negarlo, los errores que se pueden cometer, la solución (o no) del problema...son los pasos típicos que sigue toda película de problemática social candente. Como ya hicieron Te doy mis ojos y El Bola, Cobardes busca darle voz a aquellos que no la tienen, abrir los ojos a una sociedad ajena a muchos de los entresijos que complican su trama, pero son parte indisociable de ésta.

Dejando de lado el tema del bullying, tratado de forma previsible, Cobardes nos presenta una segunda lectura bastante más interesante que recae en la relación entre los púberes pre-adolescentes y sus padres. Para los que os preguntábais que coño pintaban los dos párrafos iniciales sobre la Torre de Babel, aquí va la respuesta: los niños y sus padres no se entienden. Pertenecen a mundos diferentes, a pesar de hablar en la misma lengua de Cervantes, lo cual complica la cosa. Como si de un críptico mensaje de móvil se tratara, las dos partes son incapaces de entender las motivaciones y actuaciones del otro. Una madre incapaz de entender que a su hijo le pueda entretener un video de violencia enviado a su móvil. Un hijo incapaz de expresarse, por no encontrar las palabras adecuadas. Llevado a un extremo, se puede decir que todos, absolutamente todos de los personajes son mudos y sordos. La falta de tiempo común, el trabajo de los padres, el bombardeo contínuo de los medios de comunicación, la educación dispersada...¿son las causas de este distanciamiento? Puede ser, pero Cobardes es un excelente retrato de la soledad que conlleva esta grieta para todas las partes implicadas.

Quizás la película debería aprovechar más este poderoso punto fuerte. El tema del miedo queda diluido, a pesar que han intentado darle un gran protagonismo (¿Cuántas veces dicen esa palabra en el tráiler?). A veces, las historias se cuentan solas, y hay que escucharlas.

Es curioso como las apariencias engañan. José Corbacho, con sus extravagantes chaquetas, su siempre megafónico tono de voz y sus absurdos shows, es capaz de hilar una historia intimista y personajes perfilados, a pesar de partir de una base un tanto esquemática. Y tenemos a Paz Padilla en un papel serio, en el que no sonríe ni una sola vez. Y es más, pronuncia todas las eses. Se demuestra que quien quiere puede.

Cobardes es una película sin complejos, fácil de ver. No quedará en tu retina mucho tiempo, pero tampobo desagrada verla. Es ideal para esos padres que al salir del cine quieran intentar comprender mejor a sus hijos, henchidos por un optimismo un tanto infantiloide. Pero oigan, que si sale algo bueno no seré yo el que los censure. Cobardes es un: 7

18 de marzo de 2008

Jumper

Libertad. La más completa y absoluta de las libertades, total, perfecta. La capacidad para ser soberano del espacio y el tiempo, poder dejar de ser un esclavo del aquí y el ahora. Vivir por encima de los demás. Vivir más rápido, más intenso. Seamos sinceros, ¿quién no ha fantaseado alguna vez con conseguir algo así? Jumper lleva esas fantasías a la realidad (bueno, a la ficción cinematográfica).



Jumper es la historia de un adolescente al que se le da la llave para gobernar el mundo. Su capacidad de teletranportarse allá donde quiera (incluso al interior de las cajas fuertes de los bancos) pronto le capacita para una vida de alto nivel, sin tener que sudar ni una gota. En definitiva, sin preocupaciones. Rápidamente su vida se llena de los objetos que siempre había deseado, como buen hijo del consumismo capitalista que es. A esa temprana edad, para Rice lo que hace no es más que un juego. Su capacidad de "salto" le hace abandonar la etapa de crisálida en que no era más que el friki del colegio. No tiene noción real de estar haciendo algo malo; a sus ojos, no es más que una pequeña rebeldía. Y crece con esta idea en la cabeza.

Con los años, Rice se siente tremendamente sólo. Jumper hubiera sido muy interesante si se hubiera detenido a desarrollar el conflicto interior y la vida solitaria de este prototipo de antihéroe que representa David Rice. Cómo se consume por dentro por saberse único en el mundo. Y cuando se tiene todo, ¿qué te queda por desear? Nada le llena. Necesita volver a sus raíces, a lo que fue una vez: a aquello que era real para él. Visita frecuentemente la casa de su padre, aun sin verlo: su relación no es muy buena desde que su madre los abandonó a ambos. También necesita encontrar a su único amor en la vida: aquella chica del colegio que no le hacía el vacío. La encuentra, le promete un viaje romántico a Roma...y empiezan a perseguirlo un escuadrón de asesinos fanáticos que lo consideran un engendro.

Es en este momento cuando la película sufre un bajón del que no se recupera. Los paladines, que buscan a los Jumpers para matarlos por ser diferentes (y por robar bancos) , son una organización ultrasecreta y con contactos en todo el mundo capitaneados por un Samuel L. Jackson al que ya no saben qué melena ponerle. En esta ocasión, le toca pegarse en el cuero cabelludo los restos del corte de pelo de un caniche. Esta cacería indiscriminada queda como un añadido de postín en la historia de Jumper, un intento por hacerla interesante creando conflicto cuando debería haber ido por otros derroteros más intimistas. Jumper, de ser dirigida por David Cronenberg (y retocado el guión, claro está), hubiera sido una película de culto. Posiblemente, la falta de visión en crear una mitología estable para Jumper haga que jamás se realicen secuelas de este cuento de saltadores.

El Jumper de Doug Liman se queda como una película de acción en la que sólo importa la acción. Al igual que el protagonista, los saltos del guión a veces desconciertan más que ayudar a desarrollar la trama. Hay cosas que deben ser explicadas, por muchas elipsis que se necesiten para acelerar el ritmo. (Sólo una pregunta para aquellos que la hayan visto o vayan a verla: ¿Cómo encuentra a la madre?)

Eso sí, al César lo que es del César: Jumper es un espectaculo visual en toda regla. Fruto posiblemente de la generación MTV y del videoclip, el montaje acelerado y la capacidad de tener un plano en pleno desierto y un contraplano en el corazón de Londres hace que sea casi imposible aburrir al espectador. En cuanto al aspecto visual se refiere, recalco. Egipto, las selvas de Vietnam, Londres, Nueva York...Jumper parece un catálogo de agencia de viajes. Y un limitadísimo Hayden Christensen, que posiblemente será el eterno Anakin Skywalker, debería plantearse si ser modelo de catálogos de agencias de viajes no debería ser su ocupación principal.

Jumper se queda con un: 6

17 de marzo de 2008

No es país para viejos

La gran triunfadora de los Óscar. Mejor película, mejor director (en este caso directores, los hermanos Coen), mejor guión adaptado y mejor actor de reparto a nuestro castizo Javier Bardem. Y esto ya después de acarrear un palmarés de premios considerable. ¿Está a la altura de este impresionante palmarés?



El sol está en lo alto del cielo. El horizonte es un mar líquido debido al calor, y las distancias se derriten en un apoteósico desierto donde no existe el antes ni el después. No hay ninguna sombra donde guarecerse, como bien saben la docena de cadáveres que se pudre entre el reseco polvo. Es lo que queda de un intercambio fallido entre narcotraficantes, en el cual ha desaparecido la nada desdeñable cantidad de dos millones de dólares en efectivo. Y un Don Nadie, que vive en una caravana con una mujer más lerda que cualquier otra cosa se encuentra con el maletín. Empieza en este momento la persecución que da excusa a toda la película.

A este personaje típico de la america profunda, oriundo de la frontera entre Texas y México, se le une el personaje de Javier Bardem. Un asesino a sueldo, un mercenario contratado para recuperar el dinero. Y a éste, lo persigue la policía local, encarnada por un injustamente olvidado Tommy Lee Jones. Y también se une a la persecución un segundo mercenario, encargado de retirar al primero una vez toma su propio camino.

Es curioso como el pausado y calmado ritmo de la película logra transmitir una sensación de urgencia que en ningún momento se ve realmente en pantalla. Los personajes siguen su propia agenda, acostumbrados a una vida regida por el "sin prisa pero sin pausa". Es una historia llena de mcguffins, y con escenas de acción simples pero tremendamente impactantes por la brutalidad que reflejan. Mención especial merecen los diálogos, un constante tira y afloja entre la sorna y la comicidad, el humor negro y el diálogo profundo. Absolutamente todas las palabras de la película debían ser dichas, y ni una más. Excelente trabajo de guión.

No es país para viejos funciona bien a muchos niveles, y a nivel más espiritual (o para decirlo de forma menos religiosa, mas metafísico) es una inmensa alegoría sobre la aceptación de la muerte. Javier Bardem encarna a este concepto. Sería un error llamarle La Muerte, porque sería personificar este concepto con un aura de maldad innecesaria que se le ha dado a lo largo de la historia del arte. No le importa matar a sus empleadores. No le importan los dos millones de dólares. Ni la distinción entre el Bien y el Mal. Este concepto funesto es capaz de arremeter donde sea y cuando sea. De la forma más cruenta posible o con la más total de las sutilezas, como muestran las espléndidas elipsis que configuran los Coen para que sobreentendamos algunos de los asesinatos. El azar determina en muchos casos que dirección se toma ante la confusa encrucijada entre la vida y la muerte. Es un concepto que no cree tan siquiera en lo que dice él mismo (espléndido diálogo sobre la moneda y el azar con el hombre de la gasolinera).

El personaje de Jones, el sempiterno sheriff experimentado, aparentemente desligado y cínico ante lo que le rodea, intenta luchar resistiendo a la simple idea de que este concepto que es la muerte aleatoria, la muerte misma, exista. Poco a poco, tras comprender que es imposible huir, que ese horrible monstruo siempre estará allí, decide dar un giro a su vida y aceptar lo que está por venir. Todo acaba de encajar en el intimista final, con una taza de café humeante, y un brillante diálogo que cierra la película con una puntada final, que invita al espectador a seguir revelando las costuras hasta conseguir terminar por él mismo la pieza. Gracias por considerarnos inteligentes y dejarnos participar en la historia, rellenando los huecos con nuestra imaginación. Gracias por dejarnos terminar esta gran obra maestra que es No es pais para viejos.

Un film que no te dejará indiferente. Entrarás enseguida en su juego o permanecerás ajeno a él, pero es una gran oportunidad de participar como espectador activo, cosa que pocas veces nos permite el cine actual. No es país para viejos se queda con un: 9

Tráiler: Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal

Con este larguísimo título regresará el mejor aventurero que ha pasado por el celuloide. Indiana Jones, nacido de la pluma de George Lucas, dirigido por Spielberg, musicalizado por John Williams... ¿que más se puede pedir? Es simple: que sea una continuación digna de la mítica trilogía, que regrese con el peculiar sentido del humor, que la historia tenga una base arqueológica real y bien enlazada con la historia...en definitiva, que Jones sea Jones una vez más. Incorporaciones: Shia LaBeouf (Transformers, Disturbia) como hijo de Indiana Jones y Cate Blanchett (Elizabeth, El Señor de los Anillos) como nueva mala malísima.

10.000

No estamos ante una secuela de la interesante 300, si no más bien ante otra superproducción anabolizada de presupuesto del irregular Roland Emmerich. El padre cinematográfico de Independence Day, Godzilla y El Día de Mañana.



Después de ver estas películas, siempre tengo la sensación de que los actores están por compromiso (como un mal necesario), por seguir la máxima de "en una película debe haber actores". Como aquel que espera interminables minutos en una terminal de autobuses o en una estación de metro, los personajes se encuentran en un lugar de paso entre efectos especiales, sin saber muy bien por qué están allí. A este sentimiento también colabora bastante el hecho de que los actores sean conscientes de que sus personajes son meras conjunciones entre tanta orgía de efecto especial e imagen impactante y no se esfuercen mucho en la interpretación. Por sólo mencionar uno: ¿Alguien se cree a Bill Pullman como presidente de los Estados Unidos en Independence Day?

10.000 no es una secuela de 300, pero podría serlo perfectamente del Apocalypto de Mel Gibson. Un pueblo autosuficiente y anclado en sus tradiciones choca con la tecnología y la barbarie de otra tribu superior en número y conocimientos. Después de este choque inicial, un elegido y valiente miembro de la tribu original se embarca en un viaje épico para salvar todo lo que conoce y a su mujer amada. En el camino, descubre su valor y salva a su pueblo para llegar a un final feliz, después de desafiar al poder dominante mediante un corazón puro y buenas intenciones.

Si después de leer esto eres capaz de diferenciar si estoy hablando de Apocalypto o 10.000, mereces un premio. Mientras que el periplo maya de Gibson es un ejemplo del ritmo cinematográfico y como llevar al espectador donde quiere, 10.000 adolece de un ritmo más apagado y bastante irregular, que la inclusión de numerosas escenas de acción no logra solucionar. Y las similitudes con otras películas no acaban aquí. En un momento de la película, el protagonista, que no es más que un proto-Ángel Cristo capaz de hablar con los tigres dientes de sable, se encuentra perseguido por enormes pájaros prehistóricos sedientos de sangre, en un entorno lleno de hierbas altas. Esta escena de acción ya la explotó Spielberg en su Mundo Perdido con los velocirraptores, y debo añadir que de manera mucho más efectista que Emmerich. El look reinona gay de la cúpula religiosa ya lo vimos en 300. Y la carga de los mamuts por una pasarela de piedra nos remite a lo que consiguió Jackson en el Retorno del Rey y las Dos Torres. Si has visto todas estas películas, sinceramente no hace falta que vayas a ver 10.000.

Otra de las cosas que me disgusta de 10.000 es la figura del elegido. ¿Por qué el protagonista debe ser importante por real decreto? ¿No sería más dramático quizás que una persona normal se convierta en héroe por su propia obra y milagros? Y esta supuesta importancia del protagonista nos lleva a que su periplo se nos narre por una voz en off omnisciente, que lleva el peso del relato de la película.

Es curioso lo peligroso que es el recurso de la voz en off. Se debe utilizar con mucho cuidado. Por una parte, puede parecer que se explica lo que pasa en pantalla para lograr la compresión de un espectador cateto, incapaz de decodificar e interiorizar lo que ve pasar ante sus ojos. ¿Alguien se acuerda de la voz en off (por fortuna ya desaparecida en las nuevas versiones) de Blade Runner? Por otra parte, utilizada en su justa medida puede hacer memorables momentos concretos de la trama, como es el caso de la introducción narrada del pasado de Imhotep en las dos películas de la Momia. En el caso de 10.000, la voz en off cumple la función de narrador de la trama, ante la incapacidad del guionista para poner en boca de sus personajes y la imaginación del espectador el desarrollo de la misma. Y otra cosa que me molesta tremendamente es el engaño final, el poco honesto timo que cuelan al espectador. Pero no spoilearé nada.


10.000 no es más que una película para comer palomitas, un refrito de situaciones ya vistas y un metraje que tampoco destaca excesivamente por los efectos especiales, cosa que hasta ahora salvaba las películas del realizador alemán.. Si quereis ver algo interesante de Roland Emmerich (a mi juicio, lo único junto con Stargate), ved Joey. Una película de un niño que encuentra un muñeco de ventriloquía con vida propia y una tremenda aura de maldad y misterio. Recuerdo que el monóculo del muñeco me quitó el sueño muchas noches cuando era pequeño.

10.000 se lleva un 5.

5 de marzo de 2008

KM 31

Esta película la anunciaban a bombo y platillo como "DE LOS CREADORES DE REC!!". Pues bien, se olvidaron añadir un pequeño subtítulo a este eslógan: "De los creadores de Rec...cuando tuvieron un mal día".



Km 31 es un film de manufactura mejicana, al cual le hemos prestado a Adrià Collado, quizás en un desesperado intento por ganarse al público español. Curiosamente, la versión estrenada en cines está doblada al castellano, no como el tráiler que habeis podido ver.

La película en sí no hay por donde cogerla. Te sientes timado y estafado por los sustos fáciles que propone el manido argumento. Después del cartel inicial, en el que te avisan que está basado en hechos reales (por norma general, cuando se ve este cartel se debe huir de inmediato de la sala, sin mirar atrás. Si te das cuenta que tus palomitas se han quedado olvidadas en la butaca, no intentes salvarlas, seguramente ya estarán muertas). Pues bien, después del cartel inicial, vemos un accidente de coche en el...sí, en el KM 31 de una carretera. Con un niño "no muerto" incluido, con un maquillaje pálido y una pegadiza canción siniestra que tatarea para buscar el giñe inmediato. Ahora es cuando todos nos preguntamos: ¿Eso no me suena de algo? Sí señores, sí. Las totalmente innecesarias películas clónicas del buen terror japonés ya están más quemadas que el palo de un "shurrero", por citar a esos grandes poetas postmodernos que son los Mojinos Escozíos. Lo hemos visto en Dark Water, lo hemos visto en The Ring, lo hemos visto en La Maldición... Si bien todas y cada una de estas películas proponía una nueva vuelta de tuerca a este icono con el cual es fácil caer en la repetición, KM 31 repite sin un objetivo claro.

Niño misterioso, muerte del pasado sin resolver, fantasmas que buscan venganza...y para colmo, un espíritu mal photoshopeado que sólo abre la boca y chilla. Los actores están sosos, fruto de una dirección desganada y bastante pésima. El momento estelar es una pelea verbal que tienen Adrià Collado y su rival en amores en la película. Es de los momentos peores guionizados que he visto en mucho tiempo, con diferencia. Parece una pelea en la calle entre dos niños de 8 años por un tazo que ha cambiado de manos furtivamente.

Como he dicho al principio, los sustos fáciles y que no vienen a cuento con el argumento aparecen cada dos por tres. El caso más grave es este: en un momento de decaimiento del ritmo de la película (de soporífero a comatoso), la solución para asustarnos es hacer pasar un coche de repente por delante de los protagonistas. ¿el problema? Que en ese momento, en una carretera con un carril por dirección, teníamos: un coche estacionado en un lado, y otro coche en el lado opuesto. Para colmo, había un cuerpo en medio de la carretera. Y los protagonistas estaban los tres hablando, mirando el cuerpo. ¿Por dónde %&$X ha pasado el coche? Misterio.

Realmente, no hay nada más que comentar de esta película. Sólo advertir a todos los cinéfilos que la eviten, tanto en cines, como en videoclubs como en animales de carga. Sólo sirve para perder el tiempo. Km 31 obtiene un: 3

5 de febrero de 2008

Sunshine

La ciencia ficción es un género que con frecuencia nos muestra aquello en lo que nos podríamos convertir. Mundos devastados, agonizantes, al borde de la extinción, y todo por culpa del ser humano. Es como una versión más gore del documental Una Verdad Incómoda de Al Gore (me ha parecido ingenioso, lo siento). Por tanto, a pesar de estar ambientados en un futuro que puede ser más o menos lejano, debe tener los suficientes lazos con la realidad como para que podamos establecer paralelismos.

También es un género en el que los elementos a utilizar son un arma de doble filo. Es fácil caer en la cutrez y hacer películas que pronto caen en el olvido. Pero por lo menos una vez por década, llegan películas que se convierten en iconos. Obras extrañas que tienen un mensaje sobrepuesto a sus imágenes, mensaje que con frecuencia pasa inadvertido para los espectadores de su tiempo, haciendo que estas películas se valoren mejor cuando ya han macerado bien en la volátil bodega que es el imaginario colectivo. Por citar un par, me vienen a la mente el 2001 de Kubrick y Blade Runner, de Ridley Scott. Pues me atrevo a encajar Sunshine entre estas dos obras maestras.



La película empieza con una toma del astro rey, el Sol. Conforme se acerca la cámara, descubrimos que lo que estamos viendo en realidad es un reflejo, provocado por el escudo protector de calor que lleva la Icarus II, nave en la que transcurre la acción. El Sol está muriendo, la Tierra cada día es más fría, y la última esperanza de la humanidad es enviar una enorme bomba para reiniciar al Sol y poder sobrevivir. La buena ciencia ficción te traslada a un mundo sólido y creible, que no necesita explicar todos y cada uno de los elementos que ves para trasmitir esa verosimilitud. Como si vieras el mundo por el paño de una cerradura. En la mala ciencia ficción, tienes la sensación de estar viendo un mundo artificioso, como una obra de teatro, sólo hecho para tus ojos. Sunshine enseguida te abraza y te lleva de la mano a un mundo diferente, del que te hace cómplice.

Algunos astronautas han experimentado una curiosa sensación, llamada el efecto visión general.

Y entonces, sin previo aviso, le invadió un sobrecogedor sentimiento de felicidad, eternidad, conexión… Sintió de pronto y en profundidad que comprendía que sus átomos constituyentes habían nacido de los fuegos de antiguas supernovas. Vio a la Tierra y sus gentes y al resto de especies y sistemas como un todo sinérgico, integrado y unificado. Se sintió bien, en éxtasis en realidad…
Como espectador, la magnificencia lograda por las imágenes de Sunshine logran hacerte partícipe de este efecto. Compartes con la tripulación la magia experimentada al ver Mercurio por primera vez, danzando con el Sol en un baile cósmico irrepetible. Dicho esto, es obligado hablar de aquello que vertebra la película. El Sol, su brillo, su potencia, su presencia eterna en cada fotograma. Los protagonistas se sienten fascinados por él, cada segundo que pasa están más cerca de su superfície. Poco a poco, el brillante óvalo va agrandándose en sus retinas, de igual manera que se agranda en sus mentes.

Se dice que el rostro de Dios es luz, y que ningún humano sería capaz de aguantar su visión. De hecho es lo mismo que sucede con el Sol en distancias cercanas. El paralelismo creado es demasiado bueno para desaprovecharlo. ¿Corresponde al hombre activar al moribundo astro con una bomba para crear una estrella dentro de otra estrella? ¿Es el ser humano capaz de tomar el relevo y vivir con aquello que ha creado él mismo sin ayuda? ¿Brillará con la misma intensidad la Ciencia que la Fé? Polvo somos y en polvo nos convertimos.

Todo en Sunshine funciona a la perfección. Suspendidos en el frío espacio, pegados a una bomba y con un destino incendiado, las esperanzas de la tripulación no son muy altas. Y conforme avanza la película, las muertes, los problemas, la sensación de abandono y claustrofobia van en aumento. Empatizas perfectamente con los personajes, a pesar de estar definidos a grandes rasgos. Son personas normales, con un aciago destino. Es fácil creerse esa resignación que se agazapa en detrás de cada mirada de los personajes

Danny Boyle, el director, sigue innovando con su narrativa. Desde los flashes de la tripulación muerta a bordo del Icarus I, la fallida misión anterior, hasta ese final confuso pero altamente magnético. Quizás hay lugares de comprensión y del universo a los que el ser humano todavía no puede acceder, y esos minutos finales son un fiel reflejo de ese lugar donde no existe un espacio-tiempo conocido.

Mención aparte merece la música, de John Murphy y remezclada por Underworld es una excelente pieza sin la cual la película perdería gran parte de ese efecto visión general. La recomiendo altamente.

La primera imagen que vemos es el reflejo del Sol en la Icarus II, toda una declaración de intenciones. Es el niño jugando a ser Dios, esperando que la cera de sus alas no se derrita.
Sunshine se lleva un esplendoroso 10.


3 de febrero de 2008

Halloween: El Origen

A mediados de los años 70, se empezó a gestar un nuevo género cinematográfico. La Matanza de Texas, en 1974, y la posterior Halloween de John Carpenter (1978) fueron las precursoras del género de las teen slasher movies. En ellas, un asesino (tremendamente carismático e idolatrado por las masas) persigue a adolescentes salidos para darles muerte de la forma más cruenta y morbosa que se pueda imaginar. Es un género hecho para atraer al público joven a las salas, en una época en que las masas de menor edad empezaban a ser una apetitosa fuente de ingresos para los avispados dueños de los estudios. A partir de Easy Rider (1969), el cine hecho por y para jóvenes se hizo hueco en una indústria que se estaba encarcarando en exceso. Irrumpieron con nuevas formas de hacer cine, nuevas temáticas, nuevos actores y directores, nuevos géneros y nuevos espectadores. En los años 70, eso fue toda una revolución.

Rob Zombie, que debería dedicarse a sólo cantar, reiventa el Michael Myers creado por John Carpenter en Halloween: el Origen. Una completa y total pérdida de tiempo.



La película pretende darle razón y explicación a todos y cada uno de los icónicos objetos que caracterizan a Michael. Sus ansias de sangre, la manía persecutoria por su hermana, la máscara, el cuchillo, el mono de camionero... Todo esto presentado en diversos episodios inconexos en la vida de Michael Myers. Los más interesantes están situados al principio de la película, momentos en los que vemos la tierna infancia del futuro psicópata. Para cuando Michael está en la adolescencia, el aburrimiento ya es total. Y para cuando se calcan los eventos de la Halloween original y empiezan los asesinatos, lo único que esperas es que se los cargue a todos rápido para que acabe la tortura y poder salir de la sala. Todo esto mezclado con actores a los que dificilmente se les puede llamar así, música estridente y situaciones mil veces vistas. Poco más se le puede sacar a semejante bodrio.

La nota: un 3.

Monstruoso

Empezaré resumiendo el argumento de esta película, cosa harto fácil. Un monstruo llega y ataca Manhattan. Punto y final. Monstruoso (título Horroroso) es fruto de un cóctel que contiene básicamente tres ingredientes: Godzilla, The Host y [REC]. De las dos primeras extrae el complicado argumento y el escenario; de la última el formato de "falsa realidad", integrando la cámara como parte de la acción.



El gran acierto de Monstruoso es contar la historia de la forma que lo hace. Un grupo de amigos decide hacer un vídeo de despedida a uno de los suyos que se marcha a Japón por motivos de trabajo. En medio de la fiesta, ese "algo" ataca Manhattan, y el improvisado cámara documenta todo el periplo por la ciudad.

El esquema de la película no es ninguna novedad. Después de la introducción en la que se nos presenta a los personajes, algo lenta y cargada de tópicos para definir a grandes rasgos ("el hermano", la "pareja resentida", el "amigo que muere"), llega el plato fuerte: el ataque. Y realmente, la película no tiene más. Eso sí, todas las escenas del primer contacto están espléndidamente ejecutadas y son de una belleza arrebatadora. Posiblemente la película se salva por estos minutos en los que te mantiene sin parpadear. Lo negativo es que el hecho realmente no da para mucho metraje, y visto el primer tráiler, que alabo unos posts más abajo, ya se ha visto todo. Los creadores de la película lo sabían: apenas llega a la hora y cuarto de duración, y han vaciado el guión, como si hubieran separado la paja del grano, de todo tipo de explicación del porqué del monstruo o de los planes militares.

Es una película no apta para personas que esperen unos diálogos coherentes; tampoco es apta para aquellos que se marean cuando la cámara se mueve en exceso. No hay que buscar en Monstruoso algo más allá que la forma de contar la historia y pasar un buen rato con efectos especiales en el poco mas de 70 minutos que dura.

Después de ver Monstruoso, es conveniente plantearse como va la evolución en el cine de monstruos. Se puede resumir en: Ver-No Ver-Ver-No Ver. Me explico: en la época dorada del cine, la serie B exploró los oscuros rincones de la naturaleza humana iluminando las zonas donde habitaban los monstruos, los asesinos y otras lindezas varias. En películas como el Hombre Lobo, o Frankenstein, nacidos en los años 30 y 40, esos seres separados del resto del mundo paseaban por las pantallas para horror de los espectadores. Pasaron los años, y el publicó evolucionó. El cine era cada vez más conocido, con lo que los trucos y efectos necesarios para impresionar al público ya experimentado eran cada vez más caros y sofisticados. Sofisticación que la maquinaria cinematográfica de los años 60 y 70 no era del todo capaz de proporcionar. Por ejemplo, en Alien. Oscuridad, soledad, pasillos angostos. Lo de menos es monstrar del traje de cartón piedra que lleva el actor especialista, traje que apenas rozaría el aprobado a plena luz del día. Es el aura que rodea al monstruo, el lugar, el ambiente lo que provoca esa poderosa reacción en el espectador. A final de los años 80 y ya en los 90, una herramienta nueva surgió: el uso del CG (Computer Graphics) para recrear efectos visuales en las películas. La primera vez que se consiguió a grandísima escala fue con el Parque Jurásico de Spielberg. Dinosaurios a plena luz, fotorealistas. Ahora, ya se podía enseñar al monstruo, porque el público se iba a sorprender de nuevo. Pero desde 1993 ya ha llovido mucho. Hemos visto maravillas de la técnica del CG como la trilogía nueva de Star Wars. ¿Qué nos queda para sorprendernos? Volver a los entornos, al miedo de no ver, o por lo menos entrever, a lo oscuro, a lo angosto. Un excelente ejemplo de esto es The Descent, y en menor medida Jeepers Creepers, películas que recomiendo encarecidamente para los fans del género monstruo.

El último exponente de este No Ver es por tanto, el film que nos ocupa ahora. El ser de Monstruoso, a pesar de ver la película, sería tremendamente dificil de describir o reproducir. Es un Monstruo sin pasado, sin forma. Escuchamos su rugido y sentimos sus pisadas gracias a los subwoofers, nos lo imaginamos gracias a las caras de los personajes que sí lo han visto. Pero realmente, nosotros no necesitamos verlo. En esto, alabo a Monstruoso. El espectador de hoy día parece que necesite ver, pero el misterio y el encanto de la sugerencia, de lo erótico frente a lo pornográfico por así decirlo, tiene esa complicidad con el espectador que es de agradecer.

Monstruoso se queda con un: 7'5

16 de enero de 2008

Soy Leyenda

Esta película es un remake de la setentera El último hombre vivo (The Omega Man), protagonizada por Charlton Heston. ¿Hacía falta revisar aquella película, que aun mirándola con benévolos ojos actuales raya en un tremendo horterismo?

La respuesta es: francamente, no.



En Soy Leyenda tenemos a Will Smith sustituyendo a Charlton Heston. ¿Qué se puede esperar de una película que trata del último hombre vivo en la ciudad de Nueva York? Pues una tremenda ego-película donde el 98% de los planos incluyen al actor, que se gana el sueldo a base de bien. Si no te gusta Will Smith, no serás capaz de aguantar esta película.

Si pasas la barrera de ser capaz de aguantar al príncipe de Bel-Air (personaje del que jamás se librará), puede que muchos otros de los fallos de la película te convenzan.

Uno de los principales problemas es el guión, poco elaborado. Hay un filón muy interesante que los guionistas no han sido capaz de aprovechar. La falta de socialización ha llevado al personaje de Will Smith, el doctor Robert Neville, a una especie de locura megalómana donde lo único que existe es su ego. En la película hubiera sido interesante mostrar de forma más detallada el desarrollo del personaje y el conflicto con los demás supervivientes, más allá de: rompo un plato para mostrar mi desacuerdo-para reconciliarme recito de memoria Shrek. Neville es un tipo obsesionado con su culpa y consumido por sus recuerdos, cuya única preocupación es resarcirse enmendando sus errores como médico. ¿Cómo? Encontrando él solito la cura al virus. Este virus ha sido creado por el hombre, en principio para curar el cáncer. Pronto el virus muta e infecta a la mayoría de la población, convirtiéndolos a todos en una especie de vampiros, sin inteligencia, incapaces de caminar a la luz del sol y con una tremenda mala leche.

En un momento de la película, Neville concibe al homo homini lupus como el responsable de todo, excluyendo a Dios. El virus ha sido creado por el hombre, pues el hombre debe solucionarlo. Esta negación de la responsabilidad de Dios deja al hombre como el único que puede (y debe) salvarse a sí mismo, tarea que Neville se toma muy en serio. En cierta manera, Neville se convierte en Dios.

La carga emocional de Soy Leyenda la llevan los flashbacks, muy al estilo de la serie Perdidos, que nos muestran cómo escaparon la hija y la mujer del Doctor Neville de Nueva York mediante diversos episodios repartidos en el metraje. El problema es que en ningún momento liga con lo que acabamos de ver en la actualidad, y la subtrama metida con calzador acaba como mera anécdota. La relación más sentimental que nos queda en el film es la que tiene Neville con sus maniquíes y su perra Sam. ( No desvelaré más, pero todos sabemos lo que les pasa siempre a los perros de los protagonistas, ¿verdad?)

Otro de los problemas que tiene el film es la falta de situaciones y escenarios. La película se desarrolla en tres actos clásicos, y no hay ninguna sorpresa ni variedad en la trama. Cuando acaba, la sensación es un peligroso "¿y ya está?"Hay dos o tres escenas de acción, que te preparan para una especie de "gran batalla final" que nunca llega. Los escenarios se limitan a las calles de Nueva York y la casa de Neville. Esta claustrofóbica libertad no acaba de proporcionar material suficiente para sustentar la trama.

Hasta aquí tenemos un guión desaprovechado, un personaje mal perfilado, y una trama mal desarrollado. ¿Qué nos queda? ¿Los efectos especiales serán buenos? Pues lamentándolo mucho, no. Los vampiros, CG más que mejorable, no aportan nada nuevo ni en diseño, ni animación, ni nada especialmente destacable. Este tipo de monstruos ya los vimos en Blade II, por favor.

Soy Leyenda es el clásico ejemplo de película desaprovechada, que parte de un material o premisa interesante pero al que la falta de trabajo en el guión convierte en un quiero y no puedo, muy al estilo de esas señoras ultramaquilladas y retocadas por bisturí que puebla la pequeña pantalla. Soy Leyenda obtiene un: 6