3 de febrero de 2008

Halloween: El Origen

A mediados de los años 70, se empezó a gestar un nuevo género cinematográfico. La Matanza de Texas, en 1974, y la posterior Halloween de John Carpenter (1978) fueron las precursoras del género de las teen slasher movies. En ellas, un asesino (tremendamente carismático e idolatrado por las masas) persigue a adolescentes salidos para darles muerte de la forma más cruenta y morbosa que se pueda imaginar. Es un género hecho para atraer al público joven a las salas, en una época en que las masas de menor edad empezaban a ser una apetitosa fuente de ingresos para los avispados dueños de los estudios. A partir de Easy Rider (1969), el cine hecho por y para jóvenes se hizo hueco en una indústria que se estaba encarcarando en exceso. Irrumpieron con nuevas formas de hacer cine, nuevas temáticas, nuevos actores y directores, nuevos géneros y nuevos espectadores. En los años 70, eso fue toda una revolución.

Rob Zombie, que debería dedicarse a sólo cantar, reiventa el Michael Myers creado por John Carpenter en Halloween: el Origen. Una completa y total pérdida de tiempo.



La película pretende darle razón y explicación a todos y cada uno de los icónicos objetos que caracterizan a Michael. Sus ansias de sangre, la manía persecutoria por su hermana, la máscara, el cuchillo, el mono de camionero... Todo esto presentado en diversos episodios inconexos en la vida de Michael Myers. Los más interesantes están situados al principio de la película, momentos en los que vemos la tierna infancia del futuro psicópata. Para cuando Michael está en la adolescencia, el aburrimiento ya es total. Y para cuando se calcan los eventos de la Halloween original y empiezan los asesinatos, lo único que esperas es que se los cargue a todos rápido para que acabe la tortura y poder salir de la sala. Todo esto mezclado con actores a los que dificilmente se les puede llamar así, música estridente y situaciones mil veces vistas. Poco más se le puede sacar a semejante bodrio.

La nota: un 3.

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