18 de marzo de 2008

Jumper

Libertad. La más completa y absoluta de las libertades, total, perfecta. La capacidad para ser soberano del espacio y el tiempo, poder dejar de ser un esclavo del aquí y el ahora. Vivir por encima de los demás. Vivir más rápido, más intenso. Seamos sinceros, ¿quién no ha fantaseado alguna vez con conseguir algo así? Jumper lleva esas fantasías a la realidad (bueno, a la ficción cinematográfica).



Jumper es la historia de un adolescente al que se le da la llave para gobernar el mundo. Su capacidad de teletranportarse allá donde quiera (incluso al interior de las cajas fuertes de los bancos) pronto le capacita para una vida de alto nivel, sin tener que sudar ni una gota. En definitiva, sin preocupaciones. Rápidamente su vida se llena de los objetos que siempre había deseado, como buen hijo del consumismo capitalista que es. A esa temprana edad, para Rice lo que hace no es más que un juego. Su capacidad de "salto" le hace abandonar la etapa de crisálida en que no era más que el friki del colegio. No tiene noción real de estar haciendo algo malo; a sus ojos, no es más que una pequeña rebeldía. Y crece con esta idea en la cabeza.

Con los años, Rice se siente tremendamente sólo. Jumper hubiera sido muy interesante si se hubiera detenido a desarrollar el conflicto interior y la vida solitaria de este prototipo de antihéroe que representa David Rice. Cómo se consume por dentro por saberse único en el mundo. Y cuando se tiene todo, ¿qué te queda por desear? Nada le llena. Necesita volver a sus raíces, a lo que fue una vez: a aquello que era real para él. Visita frecuentemente la casa de su padre, aun sin verlo: su relación no es muy buena desde que su madre los abandonó a ambos. También necesita encontrar a su único amor en la vida: aquella chica del colegio que no le hacía el vacío. La encuentra, le promete un viaje romántico a Roma...y empiezan a perseguirlo un escuadrón de asesinos fanáticos que lo consideran un engendro.

Es en este momento cuando la película sufre un bajón del que no se recupera. Los paladines, que buscan a los Jumpers para matarlos por ser diferentes (y por robar bancos) , son una organización ultrasecreta y con contactos en todo el mundo capitaneados por un Samuel L. Jackson al que ya no saben qué melena ponerle. En esta ocasión, le toca pegarse en el cuero cabelludo los restos del corte de pelo de un caniche. Esta cacería indiscriminada queda como un añadido de postín en la historia de Jumper, un intento por hacerla interesante creando conflicto cuando debería haber ido por otros derroteros más intimistas. Jumper, de ser dirigida por David Cronenberg (y retocado el guión, claro está), hubiera sido una película de culto. Posiblemente, la falta de visión en crear una mitología estable para Jumper haga que jamás se realicen secuelas de este cuento de saltadores.

El Jumper de Doug Liman se queda como una película de acción en la que sólo importa la acción. Al igual que el protagonista, los saltos del guión a veces desconciertan más que ayudar a desarrollar la trama. Hay cosas que deben ser explicadas, por muchas elipsis que se necesiten para acelerar el ritmo. (Sólo una pregunta para aquellos que la hayan visto o vayan a verla: ¿Cómo encuentra a la madre?)

Eso sí, al César lo que es del César: Jumper es un espectaculo visual en toda regla. Fruto posiblemente de la generación MTV y del videoclip, el montaje acelerado y la capacidad de tener un plano en pleno desierto y un contraplano en el corazón de Londres hace que sea casi imposible aburrir al espectador. En cuanto al aspecto visual se refiere, recalco. Egipto, las selvas de Vietnam, Londres, Nueva York...Jumper parece un catálogo de agencia de viajes. Y un limitadísimo Hayden Christensen, que posiblemente será el eterno Anakin Skywalker, debería plantearse si ser modelo de catálogos de agencias de viajes no debería ser su ocupación principal.

Jumper se queda con un: 6

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